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Los seguidores de Aristide intentan impedir que deje la presidencia de Haití

Haití celebra mañana las segundas elecciones democráticas de su historia en condiciones cuanto menos peculiares. Los partidarios del actual presidente, Jean Bertrand Aristide, (elegido en 1990, depuesto por un golpe militar en 1991 y devuelto al poder por Estados Unidos hace un año) han lanzado una violenta campaña para que el ex sacerdote recupere los tres años de exilio y no deje el cargo. Mientras, los principales partidos de oposición han decidido marginarse de un proceso al que califican de estafa. Los únicos que parecen contentos son los diplomáticos de Estados Unidos.

Las calles de Puerto Príncipe, capital de esta depauperada república caribeña, han amanecido en estos días empapeladas con carteles en creole que dicen: "Aristide, tres años más". La Constitución haitiana prohíbe la reelección consecutiva. Los panfletos, detrás de los cuales algunos creen ver la mano del palacio presidencial, son hasta ahora el último eslabón de una ofensiva de los partidarios del ex sacerdote, que tuvo su capítulo más sangriento a principios de noviembre. Entonces, el asesinato de Jean Hubert Feuille, primo y colaborador de Aristide, llevó al presidente a pronunciar un incendiario discurso en el que pidió el desarme "total, global, capital" e instó a la ciudadanía a cooperar en las denuncias y a vigilar "las casas grandes". Siete días más tarde al menos diez personas habían sido asesinadas y más de 20 edificios quemados hasta los cimientos.Aristide declaró entonces que estaba considerando prorrogar su mandato en respuesta a los clamores populares. La vía no era problema: las elecciones legislativas del pasado septiembre dieron a la Organización Lavalas, el partido de Aristide, una mayoría absoluta que hubiera modificado sin problemas la constitución.

Estados Unidos cortó por lo sano sus tribulaciones. El presidente haitiano parecía haber olvidado a su patrocinador, que le puso de nuevo en casa con 20.000 soldados, de los que quedan aún 2.400, y la promesa de una ayuda generosa. "No permitiremos la permanencia de Aristide", dijo sin rodeos a finales del mes pasado Anthony Lake, consejero de Seguridad Nacional del Gobierno de Bill Clinton. Aristide, que siempre ha sido una ficha incómoda la Administración norteamericana, tenía que cumplir con la promesa de celebrar elecciones, so pena de dejar a Clinton en muy mal lugar ante sus opositores republicanos.

Elecciones caóticas

Las elecciones se convocaron hace apenas un mes. La oposición puso el grito en el cielo porque no había tiempo material para hacer campaña. Lavalas, decían, cuenta al menos con todo el apoyo estatal. Escaldados por los caóticos comicios legislativos de septiembre, los principales partidos decidieron no presentarse.En la cuneta queda el centrista Movimiento para la Instauración de la Democracia en Haití, de Marc Louis Bazin, e incluso grupos que cerraron filas en torno a Aristide durante la dictadura del general Raoul Cédras, como el Frente Nacional para el Cambio y la Democracia (FNCD) y el Partido Nacionalista Progresista Revolucionario (Panpra), que encabeza el socialista Serge Gilles. "Estas elecciones son una estafa", aseguraba ayer el comunista moderado René Théodore.

A pesar de todo, Estados Unidos, decidido como sea a sacar a Aristide del poder e irse ellos a casa, apoya con energía y optimismo los comicios. "Es un escándalo. Las elecciones se dan en estas condiciones sólo porque lo quieren los norteamericanos", afirma un alto funcionario haitiano.

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Catorce candidatos (incluido uno que dice ser representante de la Virgen María) compiten por suceder a Aristide. Las miradas apuntan a René Preval, de la Organización Lavalas, como el próximo presidente. De hecho su propaganda política es casi la única que cuelga en las calles capitalinas. El otro candidato que le hace un poquito de sombra es Victor Benoit, del socialista Congreso de los Movimientos Democráticos de Haití (Konakom).

Varios candidatos han denunciado ya amenazas y agresiones de simpatizantes de Aristide. Ni siquiera Preval, un diplomado en Agronomía de 52 años que ocupó el cargo de primer ministro en el primer Gobierno del ex sacerdote, ha recibido el espaldarazo del presidente.

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