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"Los escritores somos hoy 'freaks' de barraca", afirma Juan Manuel de Prada

Aparece "El silencio del patinador", un libro de relatos sobre fondo grotesco

Hace unos meses publicó su primer libro, Coños, en el que rendía homenaje a Senos, de Ramón Gómez de la Serna. Los críticos apenas prestaron atención a la obra, pero funcionó el boca a boca y Coños va ya por la tercera edición. Juan Manuel de Prada, de 24 años, observa ahora con escepticismio los elogios unánimes que ha suscitado su segundo libro, El silencio del patinador. Convencido de que los escritores han aceptado transformarse en freaks (monstruos de feria) por la presión editorial, prepara su siguiente novela sobre Gálvez, un curioso personaje del Madrid bohemio.

El silencio del patinador se cierra con un relato largo sobre Pedro Luis de Gálvez, un escritor de principios de siglo tan aficionado a las palabras como a la bebida. Para sacar dinero, Gálvez era capaz de prostituir a su compañera o de pasear por los garitos nocturnos de Madrid con un niño muerto, encerrado en una caja de zapatos que se colgaba al cuello, y pedir para su entierro. Enrique Jardiel Poncela, Rafael Cansinos Asséns y el propio Borges fueron testigos de sus correrías."Era un mal prosista y un poeta, en algunos momentos, bastante estimable. No es su obra lo que me interesa, sino su vida. La literatura es un enjambre, pero sólo nos muestran las abejas reinas. Yo siento fascinación por el resto: los escritores mediocres o marginales que no lograron lo que se proponían, pero hicieron de su vida literatura", cuenta De Prada.

Él, de momento, lleva camino de convertirse en una abeja reina. Coños supuso su entrada en el Diccionario de Literatura, de Francisco Umbral. El silencio del patinador, donde reune 12 relatos escritos de los 18 a los 24 años, ha tenido una excelente acogida. "El primero era un libro vertiginoso, mientras que el último glosa mi vida literaria: las obsesiones personales, el paso de la infancia a la adolescencia, el predominio de lo nocturno y grotesco...".

Un éxito clandestino

El mutismo de los críticos ha convertido Coños en un éxito de ventas clandestino. En dos meses se agotó la primera edición y el libro ya lleva vendidos 6.000 ejemplares. En la última Feria del Libro se acercaba la gente para tocarlo, anticipando su carácter de fetiche literario. Literario, que no erótico, pues ya en el prólogo se advierte a los lectores que éste no es un libro sólo para hombres, ni un espejo de las mujeres, ni un manual de educación sexual, ni un opúsculo pornográfico.En este catálogo de 54 coños, De Prada no olvida a casi nadie: las recién casadas, los travestis, las vírgenes, las filipinas, las momias, los ángeles... Aunque la portada es tan explícita como el título, niega que éste sea un libro para leer con una sola mano. Es una excelente obra, llena de humor y con una música interna que interpretan con maestría las palabras.

Los mismos que ignoraron Coños se han volcado con El silencio del patinador. Juan Manuel de Prada contempla con escepticismo su éxito repentino. "Hay un factor de arbitrariedad enorme. La literatura se ha convertido en una mercadería y está sometida a las leyes de la oferta y la demanda. Los escritores somos hoy freaks de barraca, engranajes de una gran máquina. Una obra se vende por motivos ajenos a la literatura: porque su autor es homosexual, tiene los pies planos o es joven".

La edad como condena

Le irrita que su edad se haya convertido en un valor añadido a su obra. "La edad es un dato relativo: Rimbaud escribía con 16 años poemas magistrales y Lampedusa escribió una obra magistral siendo un anciano. La juventud es hoy un valor absoluto y eso es fascista".El suyo es un oficio a tiempo completo, una pasión, una mezcla indisoluble de dolor y placer. "Vivo la literatura, como algo que excede el mero acto físico de coger el bolígrafo. En eso coincido con Gómez de la Serna: él escribía con tinta roja para tener conciencia de que se estaba desangrando. Así debe ser el escritor: actor de una lucha denodada, casi un combate de boxeo, con las palabras. Y tiene que morir desangrándose por la mano. La literatura tiene algo de veneno, de condena, de enfermedad crónica y afortunadamente incurable".

Se remite a la época de Gálvez, en la que convivían vanguardistas, ultraístas, falangistas.... para señalar el precario estado actual de la literatura. "Era un tiempo de efervescencia literaria. Un hombre era escritor 24 horas al día y era capaz de matar por sus versos. Hoy la literatura está regida por burócratas y sujeta a mezquindades. Añoro un estado de gracia como aquél".

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