Saber terminar

Llegó Eddie Palmieri al festival de jazz y lo hizo con una propuesta apabullante que pocos músicos latinos están en condiciones de ofrecer. Es uno de los grandes. Cuentan que de chico quería jugar. al béisbol y darle al tambor. Acabó tocando el piano. Aunque al final del concierto se acercó a los timbales, cogió las baquetas y recordó aquella pasión infantil. Rara vez las combinaciones de músicos de jazz y latinos resultan brillantes. No es el caso de este neoyorquino de origen puertorriqueño a punto de cumplir los 60. Él nunca ha sido una figura dócil y aunque tiene cinco premios Grammy su gancho popular no anda en consonancia. Palmieri huye de esas fórmulas que vuelven demasiado acartonadas a otras bandas de latin Jazz -él prefiere denominarlo jazz afrocaribeño-Hubo algunos cambios respecto a la formación anunciada. Y se cayó de la lista, el saxofonista Donald Harrison. De octeto a septeto: en primera línea, los metales; en la segunda, cueros y bajo; a un lado del escenario, un Eddie Palmieri mirando a unos y otros absolutamente feliz.

Tocaron Piezas de Palmas, su anterior álbum, de Arete, el nuevo disco y, por supuesto, Azúcar. Contundente. Terminaron con la sección rítmica desencadenada en una monumental descarga. La faena hubiera sido redonda de no haber pedido el público un bis. Porque la media hora de propina se pareció muy mucho a eso que los aficionados al baloncesto conocen como minutos de la basura. O sea, cuando el resultado está decidido y los jugadores se relajan.