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Tribuna
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Noche

La noche de Madrid tuvo mucha fama; luego, se echó a dormir. Ahora vive de las rentas. Pero las rentas ya no dan más de sí. La madrugada está cansina y vieja, perezosa, aburrida incluso. Algunos echan la culpa a la televisión; otros, al Ayuntamiento que, la verdad, tiene algo que ver. Pero las culpas están muy distribuidas. Los dueÑos de garitos no están libres de pecado. Resulta cínico-cómico que empresarios de discotecas pongan el grito en el cielo por el asedio a que son sometidos. Pasan por alto, entre otras cosas, el trato vejatorio (salvaje en ocasiones) que imparten algunos cancerberos, por poner un ejemplo. La gente acaba por cansarse de sus ínfulas, abandona.La noche está atascada, como el tráfico y las ilusiones. Ya no es ni siquiera sinuosa; es basta. Los fines de semana derivan en jungla y caos, vomitonas y frenazos, broncas y gente que no sabe mear. Los restantes días, muermazo alcanforado, capillas de amiguetes. Los noctámbulos ocasionales se retiran a sus cuarteles domiciliarios esperando que vuelvan la bonanza, la imaginación, los buenos modales y las oscuras golondrinas.

Por si ello fuera poco, la caída de la tarde y el crepúsculo están desangelados. Bares con música en directo y cafés cantantes carecen de actividad a esas horas. Omiten ostentosamente al inmenso número de ciudadanos que madrugan, pero que les gustaría disfrutar de conciertos, bailongos de tarde y discreto desparrame a horas cristianas.

Como dato curioso, Barcelona está viviendo un renacimiento nocturno. Va a ser cierta la teoría del actor Pepe Rubianes: "La noche de Madrid y la de Barcelona son inversamente proporcionales; cuando una vive, la otra vegeta". Esta es la realidad ... Aquí no pasa nada y si pasa, es para mal, con las excepciones de rigor.

No hay mal que por bien no venga: el tedio crespuscular, combinado con el bostezo de la televisión, está provocando una huida de los espíritus sensibles hacia placeres más estables. Es tiempo de libros y vida interior.

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