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DESPUÉS DEL ALTO EL FUEGO

Un día como los de antes en las calles de Sarajevo

ENVIADO ESPECIALAyer fue un día como los de antes de la guerra en Sarajevo. Con la entrada en vigor del alto el fuego, los cafés estaban llenos, la gente paseaba, miraba escaparates o charlaba sin temor a los francotiradores. La capital de Bosnia era por una vez una ciudad casi habitable. Hasta funcionaron los semáforos. Nedad, un joven serbio (no sólo viven musulmanes en la ciudad de Sarajevo), no podía creer todo lo que estaba pasando. "El miércoles, por primera vez en tres años, hubo en casa gas y electricidad", aseguraba. "Dicen que el agua llegará pronto y, desde hoy, los chetniks [milicianos serbios] ya no disparan... Los norteamericanos tienen mucha influencia".

La mañana más deseada. Viene de la primera páginaRuido, cafés llenos a medio multitudes en las calles soleadas y -gran novedad- gente parada, mirando escaparates, charlando, aparentemente confiada en que la metralla ya no llegará súbitamente desde las colinas vecinas. En algunas zonas del corazón de la ciudad respetadas por la guerra, Sarajevo casi parecía ayer, en su primer día de armisticio, un lugar habitable. Hasta los semáforos, revividos por la electridad, daban al centro un aire de normalidad, con impacientes conductores totalmente de costumbrados a verse detenidos por una luz roja.

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"Es increíble, están controlando la velocidad", decía Elmir, al volante de un destarlado Yugo, al ver a dos policias enarbolando su desempolvado radar portátil. Y por primera vez en años, en vez de dejar coche sobre la acera, busca lugar seguro, "no sea que la grúa comience a funcionar".

El ruido propio de una ciudad que quiere comenzar a moverse, en lugar del sonido opaco de los pasos de quienes saben que no van a ninguna parte, era ayer la característica más llamativa de la capital bosnia. Todo el mundo hacia mucho ruido -radios estruendosas, conversaciones altas, al guas arriesgadas risas, el tráfico-, sin ningún miedo a despertar, después de tres año medio, las iras del implacable enemigo de las montañas.

El miércoles por la noche durante las horas inmediatas a la entrada en vigor del alto fuego entre los dos bandos, Sarajevo, tenue pero tercamente iluminada con la ayuda de una espléndida luna menguante adquirió por primera vez depués del comienzo de la guerra el aire de una ciudad viva. "Hace cuatro años que no había visto tantos bloques encedidos a la vez", aseguraba periodista local vecino del barrio de Otoca, "pero será mejor después de medianoche". Para Zoran, como para los demás, la del miércoles fue la noche más deseada.

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Vuelven los tranvías

En la legendaria avenida de franco tiradores, que cruza capital de este a oeste y donde tantos se han dejado la vida cazados como animales, trabajan varios equipos de operarios con maquinaria en reparación del tendido tranvía. Dicen que circulará de nuevo la semana próxima. Hacen su labor despacio, a plena luz, sin precauciones y sin protección, expuestos como blancos perfectos a una bala que creen que esta vez no llegará. Algunos cascos azules les miran con pereza desde sus blindados rutinariamente tacionados.

Cruzan la avenida muchos más coches de los que se veían en la semidesierta Sarajevo, una ciudad que parecía destinada para siempre a ser atravesada por convoyes militares. "Para muchos va a peor ahora", asegura Mirsda, una tendera del barrio turco ante cuyo relativamente abastecido escaparate se congregaba una ávida parroquia.

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