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"Los 'nicas' carecen de todo menos de ganas"

Beatriz Cortizo, de 30 años, es periodista y quería trabajar como tal. Pero, además de que el mercado está como está, en su vida se cruzó la oportunidad de trabajar con una ONG, Ayuda en Acción, y ahí su camino se desvió. "Por ahora, sin remedio", dice, "porque la cooperación, más que una profesión, llega a ser una forma de vida. Yo ya no puedo concebir nada fuera de ese venenillo".Este agosto ha trabajado un mes en Nicaragua. Los primeros 15 días estuvo en un cafetal al norte, en Cantagallo, cerca de Estelí, en una brigada organizada por su ONG y por otra, la Asociación Rubén Darío. Luego ha tomado contacto con dos escenarios de Ayuda en Acción, la región de Nueva Guinea, al sureste del país, cerca de Costa Rica, y Laguna de Perlas, junto al Atlántico, zona de población negra bastante diferente al resto de los nicas.

"El país está arrasado por la guerra y la miseria y, con el 70% de la población en paro y los terribles ajustes a que obliga el Fondo Monetario Internacional, tiene por delante un futuro bien difícil", dice. "Los nicas carecen de todo menos de ganas. No he visto gente ni más politizada, ni más consciente de que hay que organizarse, ni tampoco más optimista. Son contagiosos".

El cafetal no es para gente blanda, pero de los 20 españoles brigadistas 17 eran mujeres. "Nos despertábamos a las cinco de la madrugada", describe Beatriz una jornada, "y trabajábamos de seis a doce. Como era época de renovación en el cultivo del café, sobre todo, cavábamos hoyos para las nuevas plantaciones y construíamos viveros. Y las tardes eran para convivir con la gente: lo que ellos esperan de los cooperantes es, sobre todo, que les cuentes cosas. A todas horas te montan reuniones. Nuestra comunidad era de unas quinientas personas, que viven dispersas pero con un increíble sentido de que tienen que unirse para sobrevivir. Como trabajan en cooperativa, pasan lista, y cobra quien trabaja. Tienen conciencia de que hay que ser una piña. Quizá sea la herencia del Frente Sandinista: es una zona sandinista de siempre".

Aparte del trabajo -el objetivo es mejorar la calidad del café y comercializarlo saltándose a los coyotes, intermediarios-, las condiciones de vida son fuertas. "Al principio nos metieron en la casa de una mujer, y ninguno de nosotros había visto un sitio peor. Y todas las viviendas resultan muy arduas: sólo hay un cano agua corriente en el centro de la comunidad y, por supuesto, de luz, nada. Ni siquiera carburo. Todo lo más, un foco, o sea, una linterna, y velas. Pero te adaptas". Luego les alojaron en un Centro de Educación Rural, y la cosa mejoró. Son escuelas para las comunidades, donde el maestro cobra unas 6.000 pesetas mensuales. "Hubo recientemente una manifestación de maestros en Managua y el conflicto lo zanjó el Gobierno despidiendo a todos y contratando nuevo personal. En las zonas rurales el maestro sobrevive porque los niños le llevan comida o ropa". Todo un sacrificio de las familias, porque la dieta sempiterna es arroz, frijoles y tortas de maíz; una gallina es un milagro.

En la región de Nueva Guinea -donde Ayuda en Acción desarrolla sobre todo proyectos educacionales, de formación de maestros, de organización comunal y de producción ganadera-, Beatriz vivió una experiencia muy distinta. La población es reciente, de aluvión: hace 30 años el poder somocista vació diversas áreas rurales al despojar de sus tierras a los campesinos para dárselas a los terratenientes; muchos, venidos de todos sitios, fueron a parar a Nueva Guinea. El peso de la historia y la práctica de la organización no están, pues, tan arraigados. "Lo notas, por ejemplo, en la relación con los créditos", dice Beatriz. "Ayuda en Acción funciona dando créditos cuyo interés, muy bajo, revierte con el tiempo en la propia comunidad que lo recibe. Pues bien, vi casos de mujeres que llevaban año y medio luchando a brazo partido y sin poder apañárselas para pagar unos intereses que no pasaban de 15.000 pesetas. Es una región que está aprendiendo la responsabilidad. La cosa no es fácil, porque además la cooperación internacional les ha malacostumbrado a poner la mano".

Esa inercia se acentúa en Laguna de Perlas. La población, negra, se siente diferente, la Contra fomentó el sentimiento independentista para combatir al sandinismo; el clima, además, es muy caluroso, y la zona está aislada, sólo es posible el acceso por agua. "Tienen mucha menos tradición organizativa, son muy relajados. Nuestra baza principal son los proyectos de producción agrícola, para el cultivo de piña y yuca".

Beatriz, que exhibe como gaje del oficio un notable sarpullido -"me picó de todo, pero no es contagioso", se guasea-, sabe que Nicaragua ya no se le va a ir de dentro. "Mis viajes de cooperación no han sido muchos, pero es algo que te atrapa. Me atrapó estar en 1992, cuando la gran sequía en el Cuerno de África, en un campo de refugiados somalíes en Kenia. Hay mucha labor sorda en las oficinas centrales de las ONG, como la organización de conciertos de Ayuda en Acción en la que he trabajado. Pero, de cuando, en cuando, vas a los sitios reales, y eso ya te lo llevas puesto para siempre".

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