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CUMBRE DE LA UE EN MALLORCA.

Chirac gana la partida a Greenpeace al romper la unanimidad de los Quince sobre las pruebas nucleares

El gran barco de Greenpeace fondeado en la bahía de Formentor y los manifestantes antinucleares de Alcudia perdieron ayer el asalto político -que no el de imagen- entablado con el presidente francés, Jacques Chirac. Francia consiguió romper la práctica unanimidad, que los Quince demostraron contra las pruebas atómicas de Mururoa, hace dos semanas en el consejo de ministros de Exteriores de Santander.Los nórdicos e Italia criticaron las explosiones ante las barbas de Chirac, pero el mandatario francés logró el insospechado sostén de dos pesos pesados -Alemania y el Reino Unido- y de uno pluma -Portugal- a su estrategia nuclear.El debate duró 45 minutos. Lo abrió el primer ministro de Dinamarca, Poul Nyrup Rasmussen. El jefe del Gobierno danés dijo que no era "el comisinado" de nadie, que hablaba en nombre propio. Alertó contra las explosiones, por innecesarias y porque incitan a otros países a imitarlas. Siguió su discurso el austríaco Franz Vranitzky, con el apoyo del sueco Ingvar Carlsson y el silencio del. finlandés Paavo Lipponen. Lamberto Dini, el mandatario italiano, se vengó también de algunos dardos franceses sufridos en la cumbre de Cannes del pasado junio a cuenta de las devaluaciones competitivas. Pero Chirac reiteró su compromiso de firmar en 1996 el Tratado de prohibición de pruebas nucleares y su apoyo a la opción cero. John Major, Aníbal y Helmut Kohl -este, contrario a las pruebas-, sólo destacaron el papel histórico del paraguas nuclear frente al, rival de Occidente. Ahí Chirac ganó el asalto y levantó el puño en el centro del cuadrilátero. "Estoy muy satisfecho" de estos apoyos, dijo y de que el debate se hubiera realizado en un tono tan cortés.

Fuera, a bordo del Altair, que acogió a 40 periodistas, entre ellos un representante de El PAÍS, la protesta testimonial de los ecologistas de Greenpeace se desparramaba entre petardos estruendosos, ulular de las sirenas y un piélago de banderas y pancartas.

La flotilla por la paz congregó en la bahía a un centenar de pequeños barcos y lanchas de puertos de las cercanías, que vendió el mar picado y el viento de proa procedente del norte. El buque elevó un globo con forma de bomba que quedó suspendido a 2.000 metros de las ventanas del hotel Formentor. El Altair conectó, vía satélite, con la flotilla antinuclear de Mururoa.

La batalla fue de guante blanco. Ningún barco sobrepasó la línea de protección del litoral. Las lanchas de la Guardia Civil creaban olas para impedir a las pequeñas lanchas, canoas y planchas que se apartaran del barco nodriza. Éste fue como una gran pancarta que encabezaba una procesión náutica de dos horas de duración, hasta que acabó la cumbre. Mientras, algunos centenares de pacifistas expresaban su protesta por las calles de Alcudia, abucheando el paso de todas las delegaciones oficiales.

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