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La estrella del púlpito

El padre Kennedy seguirá su personal campaña de prevención del sida tras criticar a la sanidad de Irlanda

ENVIADA ESPECIAL"Nada se puede hacer cuando uno se enfrenta a los malentendidos, a las interpretaciones erróneas, salvo esperar que la verdad se imponga". Éstas fueron las únicas palabras remotamente alusivas a su situación que el padre Michael Kennedy pronunció ayer, tras la lectura de la parábola del hijo pródigo según san Lucas, en la iglesia del hospital de Dungarvan. A simple vista, su ausencia en la misa de las 10.30 en su iglesia de Santa María podría haberse interpretado como un deseo de huir de los periodistas. Sin embargo, al salir del hospital de San José, Kennedy atendió a la prensa con la maestría de un político en campaña, para reiterar una vez más que su historia es cierta y criticar la actitud proteccionista de las autoridades sanitarias irlandesas. "Todo el mundo intenta defenderse, protegerse. Todos menos yo. No me importa que se me critique, pero los que lo hacen deben saber que yo también he recabado información científica, y contra lo que se ha publicado tengo que decir que el riesgo de contagio con el virus del sida aumenta enormemente cuando la persona infectada está ya en fase terminal".

Alto, robusto, con un inconfundible estilo que evidencia su pertenencia a la poderosa familia norteamericana Kennedy, el padre Michael, con 45 años cumplidos, departió por espacio de 20 minutos con los periodistas. Resulta sorprendente tal actitud en un hombre que se considera una víctima de la prensa. "Estoy consultando abogados porque me he planteado querellarme con alguno de los periodistas", dijo.

"No me importa que me critiquen. Todo lo que he contado es cierto, pero no aconsejo a los jóvenes que tuvieron su primer contacto sexual con esa mujer infectada que se hagan las pruebas en Irlanda, deben ir al Reino Unido". La primera aclaración que quiere hacer Kennedy es precisamente sobre "el ángel de la muerte", tal y como ha sido bautizada la anónima propagadora del sida por los tabloides británicos. "Nunca dije que pretendiera vengarse de los hombres", puntualiza el sacerdote. Simplemente, según su versión, se dedicó a tener relaciones sexuales completas con todos los chicos de 18 a 28 años qué se encontró en su azaroso camino de frecuentadora de discotecas.

Los chicos de Dungarvan, sin embargo, parecen especialmente indiferentes o incrédulos. El sábado por la noche el ambiente era festivo, y los jóvenes apostados a la entrada de los pubs locales bromeaban con todo aquel que cruzaba la calle con una cámara de fotos al hombro. "Soy yo la vengadora", gritaba alguna chica con varias copas de más, entre las carcajadas de sus compañeros. Nada de eso parece inquietar a Michael Kennedy.

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