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FERIA DE SALAMANCA

Jesulín mató un buen toro

A estas alturas de la vida, ver tres toros bravos en una misma tarde es casi un milagro. El segundo de Ponce, que era de Cebada Gago, el primero de Jesulín y su segundo, de Algarra, desarrugaron el entrecejo de mucha gente. Sobre todo el sexto, de nombre Lambreado, fue un buen toro, y me resisto a poner gran toro porque en varas no estuvo mas que cumplidor. Como si hubiésemos ido a Lourdes. Porque no fue el único, ya que el tercero tuvo nervio y el de Cebada Gago otro tanto si bien acabó enterándose del argumento de la faena. ¿Que cómo estuvo Jesulín con el sexto? Pues vibrante y templando en la mayor parte de los muletazos. Intentó hacer su número de parones y pases por alto, pero al escuchar protestas desistió pronto. El torero estuvo entregado, con muchas ganas y sin exquisiteces y delirios artísticos, puede decirse en justicia que estuvo al límite de sus posibilidades. En el tercero, sin embargo, no paró quieto un momento y todo fueron respingos.Joselito estuvo desvaído toda la tarde. A última hora le hizo un quite por delantales a su segundo, con buen gusto, como dando a entender que una mala racha la pasa cualquiera. Ante su primero, topón, que llevaba la cara a media altura, aliñó pronto y en el de Sepúlveda, tardo y soso, no encontró medio de hallarse a gusto y cortó por lo sano mandándole al desolladero.

Varias ganaderías/ Joselito, Ponce, Jesulín de Ubrique

Cuatro de Luis Algarra, 1º, 2º, 3º y 6 terciados menos el último; encastados 3º y 6º. Dos de Sepúlveda, 4º y 5º, mansos; el 5º devuelto y sustituido por el sobrero de Cebada Gago, encastado. Joselito: pitos; silencio. Enrique Ponce: oreja; saludos. Jesulín de Ubrique: oreja con protestas; dos orejas; salió a hombros.Plaza de La Glorieta, 14 de septiembre, tercera de feria. Casi lleno.

El primero de Ponce era muy claro y codicioso por el derecho, y el torero lo muleteó con pulcritud, pero por el izquierdo pasaba el primero, pero no le tragaba el segundo. El matador estuvo bien en conjunto. En el quinto, opuso al brioso acometer del toro su entrega, mostrándose sereno y valiente. La espada le quitó la oreja.

Pero la alegría de haber vuelto a ver casta en algunos toros, no nos la quita nadie. ¡Faltaría más!

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