"Somos periodistas, no boicoteamos nada"
E.G. Sara Gandolfi, la enviada de Il Corriere della Sera, abrió los ojos a las 5.30 del domingo para ver a un palmo de distancia la cara de un legionario. El susto despertó a los demás. Amanecía y seguía cantando el gallo puñetero que no había callado en toda la noche. Un sargento de gendarmería exigió que el grupo nombrará, a un portavoz, y este enviado conversó con él.
- ¿Están ustedes bien?
- Dentro de lo posible, sí. No hay bajas. ¿Cómo está la diputada sueca?
- La señora está bien de salud y de ánimos.
- ¿A qué hora está previsto el desayuno?.
- ¿El desayuno? Eso no está previsto. Supongo que ustedes boicotean el café con leche y el cruasán francés.
-Somos periodistas y no boicoteamos nada. Tenemos interés en desayunar.
-Ya veremos.
Y el sargento se fue. Un soldado tahitiano trajo al cabo de unos minutos, por su cuenta, tres bollos dentro del bolsillo. Fueron repartidos y engullidos. Sobre las 8.00 hubo un pequeño revuelo en la puerta y entró un jefe, el coronel Jean Marie Gallandt, 35 años en la Legión Extranjera. Su aparición cambié las cosas radicalmente.
- ¡Buenos diás!: Espero que la noche no haya resultado de masiado incómoda. Comprenderán que, en estas circunstancias, hemos tenido que improvisar. Ahora mismo les están preparando un desayuno, y después, si les interesa, les llevaremos a Visitar nuestras instalaciones. Como saben, están ustedes detenidos. Pero no queremos de ninguna manera resultar hoscos ni descorteses.
Efectivamente, llegaron el café, el pan y la mantequilla, y, poco después, una guagua local para recorrer el atolón atómico. Antes de iniciar la excursión, el coronel Gallandt anunció que los diputados, los periodistas y la pareja austriaca serían enviados a Papeete después de comer: "A las 15.00 horas se les devolverá el pasaporte y quedarán ustedes en libertad, a expensas de lo que puedan decidir el fiscal y el juez. Acto seguido embarcarán en un avión militar".
Los parlamentarios estaban invitados a la excursión, pero se negaron a ir mientras no recibieran sus pasaportes y, con ellos, la libertad. Se quedaron en el hospital redactando una nota sobre el desarrollo de su incursión en Mururoa, para ser distribuida a la prensa en cuanto llegarán a la capital tahitiana. Aprovecharon la espera para cumplir su principal objetivo: entregar una carta colectiva y vanas individuales, dirigidas al almirante francés y al presidente Jacques Chirac. Las recogió un teniente coronel en nombre de ambas altísimas autoridades. A mediodía, y tras una nueva colación -carne con patatas, judías verdes y una manzana-, ambos grupos se reencontraron en la gendarmería para ser desdetenidos. Eva Goës se encontraba ya bien. El viaje hacia Papeete en un Transam militar transcurrió sin incidentes.