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Crítica:QUINCENA MUSICAL DE SAN SEBASTIAN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una flauta mágica mejorada

Por segunda vez en Las últimas cuatro temporadas coincide una misma producción escénica en el teatro de la Zarzuela de Madrid y en la Quincena Musical de San Sebastián. Y tanto en La italiana en Argel, de Pizzi, de 1992, como en La flauta mágica, de Sagi, de 1995, los resultados artísticos globales han sido muy superiores en San Sebastián.Son varias las razones. En primer lugar, la elección del director musical. Tanto Bruno Campanella en la ópera rossiniana, como Ralf Weikert en la mozartiana, son grandes dominadores de los estilos belcantista y clásico, respectivamente. Weikert, muy experimentado de sus años de Salzburgo y Zúrich, llevó La flauta mágica, de Wolfgang Amadeus Mozart, admirablemente, un poco a la antigua usanza: respirando con los cantantes, poniendo las sonoridades al servicio del teatro. En ese sentido, la Sinfónica de Euskadi respondió con pulcritud.

En segundo lugar, el coro. La distancia entre el titular de la Zarzuela y el Orfeón Donostiarra es sideral, casi escandalosa. Todas las intervenciones del gran coro vasco en La flauta fueron magistrales en acentos, matices, gradaciones, y si me apuran hasta en presencia escénica.

El tercer y último elemento diferenciador fue el equilibrio del reparto vocal. Sobresalió la labor de conjunto tanto o más que las propias individualidades, y no porque éstas se difuminasen. Todo lo contrario. Kurt Streit y Ana Rodrigo (con un notable ensanchamiento de la voz) bordaron la pareja Tamino-Pamina, al igual que M. Bronikoweky e Isabel Monar brillaron como Papageno y Papagena. René Pape fue un poderoso Sarastro y Elizabeth Carter, la cantante norteamericana de Nashville, una más que interesante Reina de la Noche.

Un festival que monta una ópera al año y que consigue semejante nivel merece mucho respeto, Incluso la producción escénica funcionó mejor que en Madrid: con otro sentido, con otra intencionalidad.

Fabio Biondi

De otro orden totalmente distinto, pero no menos meritorio, es el ciclo de música antigua que se está celebrando en el convento de Santa Teresa dentro de la Quincena Musical donostiarra, con recaudación a beneficio de Ruanda.

Fabio Biondi y el grupo Europa Galante dedicaron su programa a Locatelli y Sammartini, compositores italianos nacidos en 1695, pero de marcadas diferencias en cuanto a sus realizaciones. Más pegado al Concerto grosso a la manera de Corelli el primero anticipando la sinfonía preclásica el segundo. Las versiones de Biondi fueron vitales y llenas de intensidad, innovadoramente frescas, brillantes en la ejecución y fuertemente contrastadas en aspectos de dinámica o fraseo.

Fueron una forma de ver el settecento italiano con un toque de escuela expresionista: muy atractivo, claro.

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