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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Kaye Kirb: cisne y princesa

Seis bailarines tan sólo para una gala, por mucho fuelle que tengan, es demasiado pedir. A pesar de que Kaye Kirb una vez más salvó la velada y se mostró fresca y potente hasta el final, el sabor dejado en el público por los artistas ex soviéticos fue irregular.El repertorio escogido, aún con cierto sentido teatral, quedaba corto y no revistió mayor interés en sus inclusiones modernas. En la primera parte, Natalia Guskova mostró su mejor lado en Chopiniana, acudiendo a la versión moscovita de lo que en Occidente se da en llamar Las Sílfides (Fokin / Chopin, que no "Shopen", como reza en el programa). Alguien debe intervenir en los programas de mano: se le falta al respeto al público entregándole una hoja tan llena de faltas.La pareja de bailarines de carácter Kesler y Ratsep quiso dar nota de las danzas españolas a la rusa, pero no son lo suficientemente brillantes en su cuerda demi-caracter, género que tiene muchas claves y rigores de estilo; la propina, que fue el pas espangol del tercer acto de El lago de los cisnes (versión Sergueiev) necesita de otra vibración.

Gala de ballet clásico ruso

Kaye Kirb, Vestrus Janson, Marina Kesler y Tomas Ratsep (Ópera de Estonia); Serguéi Baránov (Teatro Stanislavski de Moscú); Natalia Gúskova (Gran Teatro Bolshoi de Moscú). Veranos de la Villa. Cuartel del Conde Duque, Madrid, 8 de agosto.

Kaye Kirb, conocida del público madrileño (espléndida en su Cleopatra y su Cisne negro hace unos años en el patio del Palacio Real), dio un recital de buen gusto y dominio formal. Ella es una verdadera prima ballerina que disfruta y hace disfrutar en su madurez.

Tiene la Kirb una línea fi sica perfecta, es musical, y sus brazos, de generoso porte en el cisne (a pesar de una graba ción demasiado rápida para su registro interpretativo), se vuelven imperiales en La Bella Durmiente (que estrenó en Santander en 1994 en un homenaje a Balanchine). Es una pena que la carencia de un ballet en España no permita in vitarla a bailar clásicos integrales, con los que ha conseguido un sólido prestigio.

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