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Una buena programación, sobre el papel

No sólo los criterios de programación de la Mostra, sino también algo menos tangible -cierta resistencia a que el más antiguo de los festivales de cine se deje arrastrar, como el de Berlín, por el modelo de Cannes, donde el volumen de ventas de películas es la única medida del éxito del acontecimiento- han cambiado desde que hace tres años se hizo cargo de su dirección Pontecorvo.Los balbuceos de 1993, primer año de Pontecorvo, fueron gruesos y dieron pie a sus adversarios dentro de la Bienal de Venecia, que organiza esta anual Mostra, le acusaran de trasnochado y de dar demasiado espacio alcinefilismo y el capillismo. En el polo opuesto, la influyente asociación de críticos italianos, que organizaba en la Mostra su Semana de la Crítica, muy prestigiosa entre historiadores y especialistas, también tarifó con Pontecorvo y se independizó del festival, que así se ve hostigado desde dentro y desde fuera.

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El sentido de las escaramuzas de la politiquería cultural italiana en la Bienal es indescifrable y la Mostra no es excepción. Intentar orientarse dentro del intrincado juego de reverencias y de zancadillas que rodea y llena los pasillos del Lido es, para quienes lo ven desde fuera, imposible. De ahí que tengamos que esperar a ver qué resulta de cada batallita anual para entender un poco de que iba la bronca, quien la ganó y por qué.

En 1994, la línea que balbució Pontecorvo el año anterior tomó una consistencia que no tenía y asistimos a la más peleona, polémica, conflictiva y, por consiguiente, divertida, interesante y viva Mostra de los últimos años, lo que dio oxígeno al actual equipo directivo y le ha permitido este año esbozar un programa que se parece mucho al anterior, a ver si también resulta.

Pero que Venecia 95 logre el eco que obtuvo Venecia 94 -donde se desataron pasiones y el jurado llegó literalmente a deliberar a tortazos- depende no del trazado sobre el papel de la programación, sino de que esta encuentre en algunas películas -no muchas: bastan dos o tres que metan auténtica bulla en el concurso- con carga polémica suficiente para que la ritual pelea intestina ensanche y haga gritones los titulares de los periódicos

Algunos filmes y nombres que compiten este año hacen presumir lo mejor, pero -en este resbaladizo terreno, donde la frontera entre industria y arte es borrosa- los batacazos se producen precisamente en los festivales que prometen y luego no dan.

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