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In diálogo de sordos más que un debate

Luis R. Aizpeolea

Más que un debate, el de ayer fue una toma de posición de los partidos, ante un fenómeno lejano en el tiempo y de enorme gravedad política, como fue el de los GAL. Aznar y Anguita intentaron que el jefe del Gobierno entrara en el terreno de lo concreto, en el del montaje de la banda terrorista que funcionó de diciembre de 1983 a junio de 1987. No lo consiguieron.

González se movió en el ámbito de las actitudes de su Gobierno, y de él personalmente, mientras funcionó aquel fenómeno terrorista. Y presentó pruebas de la clara actitud condenatoria que mantuvo, pero sin contestar a la interrogante que le formuló el portavoz del PNV, Iñaki Anasagasti, acerca de porqué no abrió una investigación interna cuando empezaron a aparecer indicios de que había policías involucrados en los GAL. A juicio de González son los tribunales quienes deben aclarar esos he chos. No se ha movido un ápice de esta postura, que alimenta la hipótesis de la responsabilidad por omisión.

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Pero la oposición tampoco quiso entrar al trapo del debate que González abrió y que también es de enorme gravedad y actualidad: el riesgo de que el ritmo y los calendarios de la política lo fijen desde fuera de las instituciones democráticas gentes con poder económico suficiente como para chantajear a políticos y ciudadanos a través del comercio de los dossieres. O el de las imputaciones de delitos graves a personajes públicos que, al cabo del tiempo, los tribunales determinan su invalidez, pero cuando ya se ha arruinado la carrera de la víctima y el prestigio de las siglas que representaba.

González ha querido introducir reiteradamente a Aznar en este debate en la medida que es su más probable sucesor al frente del Gobierno y puede ser víctima, él o su partido, como representantes democráticos, del mismo fenómeno, pero no lo ha conseguido. El de ayer fue un nuevo intento fallido.

Corino también lo fue el de sensibilizar a los partidos sobre las consecuencias tan graves que el ruido de los GAL está teniendo en la movilización popular en Euskadi contra el terrorismo de ETA que es el que hoy sobrevive.

La aclaración del montaje de los GAL, recibida positivamente por todas las instancias democráticas, sería aún mejor si no estuviera adobada de las dosis de instrumentalizacíón y publicidad obscena que ofrecen personajes como Ricardo García Damborenea.

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