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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mil y un rincones de una fiesta luminosa

Amina Claudine Myers, B. B. King (artista invitado Raimundo Amador)

30º Festival de Jazz de San Sebastián. Plaza de la Trinidad. San Sebastián, día 25 de julio de 1995.

Las calles del barrio viejo donostiarra eran un hervidero. Nadie quería perderse la esperada reunión de B. B. King y Raimundo Amador. Los mil y un rincones de la plaza de la Trinidad aparecían ocupados por guerrillas de afortunados espectadores y hasta los tejados de los edificios colindantes, estaban tomados por sufridos seguidores de ambos guitarristas, encantados de adoptar posturas inverosímiles para seguir de lejos el curso de los acontecimientos. Desde una semana antes del concierto resultaba absolutamente imposible encontrar una entrada y quienes se habían descuidado se tiraban de los pelos por su falta de previsión.Mal día escogió Amina Claudine Myers para hacer extensivo a la audiencia donostiarra su solemne, casi hímnico, concepto de la música. Pero el hecho es que, mientras su música sonaba, la impaciencia estaba flotando en el aire y cuando acabó su parte a nadie se le ocurrió pedirle ni una sóla propina, a pesar de que había finalizado con una generosa ración de blues complejo y meditabundo, mucho más apto como remate de una tertulia de lánguidos intelectuales que para servir de introducción der una fiesta veraniega como la que se preparaba. El público no estaba allí para homilías de sacerdotisas místicas, sino para corear las arengas paganas del dios más rumboso, más accesible y astuto que nunca haya tenido la historia del blues. Estaba allí para dejarse zarandear por el megablues de B. B. King.

El músico salió a escena hecho un chaval, desmintiendo con su simple presencia las casi 70 años de edad que tiene detrás, hasta el punto de que su pelo rapado hacía pensar que el viejo maestro era en realidad un joven recluta que está preparándose para acudir a una inmediata incorporación a filas. En su asombroso proceso de rejuvenecimiento, también ha liberado King a los miembros de su banda de los severos trajes invernales y les ha permitido enfundarse dentro de llamativas y holgadas camisas playeras.

Y en lo musical, los metales siguen aullando a modo, pero la sección de percusión es ahora doble y son cuatro los brazos que sacuden estopa a destajo. Este es el fondo sonoro preferido por este gigante amable de la música, que nunca escatima la entrega diaria a pesar de los densos 46 años de carrera que tiene a sus espaldas. Cantó y tocó lo de siempre, casi en el mismo orden de siempre y con la misma intensidad de siempre. Ya se sabe que la variedad de repertorio de este músico no es precisamente su fuerte, pero habrá que darle la razón que cada noche es un mundo y que lo que ayer le salió de una forma hoy puede surgir de otra distinta.

Único en Europa

Entre viejos éxitos y alguna pieza procedente de su último disco, Lucille and friends, en el que se reúne con Steve Wonder, U2 y otros rutilantes artistas de diferente color estilístico, el tiempo pasó volando y casi pilló por sorpresa la salida a escena de Raimundo Amador, algo amedrentado por el peso de la responsabilidad, para cruzar su guitarra con la del rey.

La papeleta era muy seria y Raimundo Amador la solventó a golpe de sentido común y de espíritu de supervivencia, dos virtudes que los gitanos conocen mejor que nadie. No hubo combate. Raimundo Amador se avino, con prudente criterio, a firmar acuerdos más que a saldar diferencias o a echar carreras perdidas de antemano. B. B. King lo miraba con cara de padrazo y le dejaba hacer; bromeaba con sus gestos, implorando ayuda divina, mientras aplaudía con la mirada las ocurrencias de su nuevo alumno.

El encuentro acabó dentro de las más estrictas normas del protocolo y quien más quien menos se quedó con las ganas de asistir a un tratamiento mutuo algo menos respetuoso, a una confrontación más directa y arriesgada entre nuestro flamenco y su blues. Mejor así. La fiesta acabó blanca, tan feliz como lo ha sido todo este festival, que la creciente presencia de aficionados extranjeros señala como único en Europa. Ojalá conserve su filosofía festiva, su conocimiento profundo de los nombres clave, sus maravillosos escenarios y su tenaz compromiso con la gran música.

Tras la tempestad llegó la calma

La galerna, que entre las seis y las ocho de la tarde hizo temer por el concierto de clausura del festival donostiarra, fue el espectacular preludio meteorológico de un abrazo intercultural fuerte y profundamente sincero.En efecto, cuando B. B. King y Raimundo Amador se encontraron en el hotel, por primera vez desde la colaboración de ambos en dos temas del disco Gerundina, el gesto de los músicos fue plenamente conciliador.

La diferencia de edad y de raíces, además de la de experiencias vitales carecía de importancia. Lo que contaba era que los dos guitarristas. se sabían camaradas en un concepto global de la música que no entiende de líneas divisorias ni de convenciones. No tiene nada de extraño entonces que Raimundo Amador respondiese con un rapidísimo "cuanto antes mejor" al preguntársele sobre la fecha del próximo encuentro.

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