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Los Rolling Stones embrujan en Gijón

Su alarde visual y sonoro deslumbró a decenas de miles de espectadores hechizados

El espectáculo Voodoo Lounge, esa máquina de vudú que llevan de ciudad en ciudad, en su actual gira por Europa, los Rolling Stones, dejó anoche embrujado el estadio de El Molinón de Gijón. Unas 45.000 personas, llegadas de toda España y de varios países europeos, comprobaron lo que se venía anunciando por quienes ya han visto, en paradas anteriores de este retorno a la carretera de la legendaria banda británica de rock, este inolvidable alarde visual y sonoro. La música y la puesta en escena, combinadas en un extraordinario montaje de Mark Fisher, completaron una noche mágica, aunque tal vez se le podría reprochar que demasiado calculada. La estructura del complejo escenario era en sí misma una magnífica, compleja, rica, poderosa y efímera escultura. El sello de artistas contemporáneos.

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Cuando se iluminó la construcción escenográfica en forma de cobra, con una altura similar a la de un edificio de 10 plantas, el extraño y fascinante artilugio escenográfico lanzó dos colmillos de láser rojo y empapó de luz a los espectadores. Y aquello adquirió de pronto dimensiones mitológicas, que dieron entrada en el recinto a la sensación de que la intromisión de lo mágico y lo inesperado era allí de pronto posible.Este umbral o preludio del suceso duró sólo unos segundos porque de pronto todo explotó en llamaradas y en medio de ellas apareció la figura delgada de Mick Jagger, vestido con una chaqueta de: duende verde. El cantante del grupo británico saltó con su conocida agilidad hasta situarse en el primer plano del aparato escenográfico, mientras la famosa pantalla jumbotron retransmitía un vídeo-clip en vivo, en el que daba su proporción adecuada a los distintos músicos que generaban todo ese sorprendente despliegue sonoro y visual.

Incombustibles

Canciones nuevas, como Sparks Will Fly, se alternaban sin transición con otras clásicas de la banda, como Like a Rolling Stones o Wild horses. Castillo de estrellas 0 bambalina de una fantasmagoría de Las Vegas, el escenario desvelaba todo un caleidoscopio de posibilidades. Hubo algunos momentos que pusieron el vello de punta, como la interpretación de Satisfaction. Jagger llevaba una ceñida camiseta corta., Jamás un ombligo cincuentón provocó a tanta gente a la vez. Cimbreándose y bailando como sólo él sabe hacerlo, Jagger fue capaz de hacer corear toda la canción a un público emocionado, que lo ovacionó largamente al terminar este tema.

Quizá los vídeos o las imágenes cercanas que veamos en los medios nos traigan unos Rolling Stones ajados, de rostro envejecido, aunque siempre con un fondo vivamente expresivo. Pero lo cierto es que este grupo, que comenzó su carrera rompiendo moldes estéticos y de conducta hace 30 años, ahora sigue imponiendo su peculiar forma de ir contracorriente a las reglas del juego. El rock orientado al público adolescente y juvenil, compuesto por y para jóvenes, no es la única opción válida para esta estirpe sin fronteras: la de los rockeros incombustibles.

El retorno de los viejos dinosaurios puede ser en ocasiones oportunista y vacío, pero en el caso de los Rolling Stones quedó anoche patente que hay algunos que todavía tienen la capacidad de crear temas nuevos -no renovadores, que ese ya es otro cantar- con suficiente entidad como para buscarse otro rinconcito más entre los históricos éxitos de este grupo.

De esta forma, los Rolling Stones han conseguido con esta su gira. Voodoo Lounge calmar la sed de macroespectáculos que tienen los aficionados al rock, logrando un fantástico equilibrio entre la escenografía de Fisher y el sentido unitario de su idea musical.

No han faltado las alabanzas a esta gira en Estados Unidos, en Asia y ahora en Europa. Sin ir más lejos, en un diario londinense se preguntaban hace unos días por qué había tal furor por apoderarse en el menor tiempo posible de todas las entradas del próximo concierto de los Rolling Stones *en Londres, cuando. hace poco tiempo estuvieron actuando varios días seguidos en el estadio de Wembley. Al parecer, más allá de la dudosa influencia de la crítica especializada, el boca a boca. está funcionando más rápido que la comunicación vía satélite: si es posible, no hay que perdérselo. Obra de arte y espectáculo total, el Voodoo Lounge de los Stones quedará como un o de los signos de la última década de este milenio.

Alucinación colectiva

Las dos horas y media de espectáculo corrieron ligeras y los constantes cambios de vestuario de Mick Jagger se sucedían casi sin que la gente se percatara de cómo y cuándo lo hacía. No tan espectacular como acostumbraba en décadas anteriores de provocación y ambigüedad. Ahora viste camisas largas y abiertas, camisetas cortas y entalladas, chaquetas de distinto color. Y junto a él los viejos compañeros Richards y Wood actuaban más sobrios, pero intercambiando sonrisas de complicidad. Todo iba bien, muy, bien. El crescendo del espectáculo se sentía en la piel y en los tímpanos. Keith Richards cantó dos canciones. Se produjo un sorprendente despliegue visual, en forma de un bodegón con iconos simbólicos, que abarcaban, de la mitología hindú a Elvis Presley. Y un final en clave de apoteosis clásica de los espectáculos visuales: un juego de pirotecnia que introdujo en el espectáculo un. curioso toque fallero.

Si hubiera que buscar un defecto a este paquete de música envuelto por la escena, podría mencionarse el que paradójicamente es considerado como un de los mejores logros de estas imágenes y músicas: todo era allí demasiado perfecto, demasiado parecido a un mecanismo de relojería, exasperantemente bien calculado, un espectáculo. gigante en el que todo funcionaba con la exactitud de una miniatura.

La técnica de generar emociones profundas y duraderas tiene en este espectáculo su ejemplo. La ya célebre máquina vudú es un mecanismo de alucinaciones colectivas, un embrujo controlado por ordenador. Sin embargo, queda a salvo de la duda la parte humana del suceso, esos legendarios músicos llamados Rolling Stones, que siguen siendo el elemento principal, el eje del suceso. Sin ellos no hay show. Y con ellos, aunque estuviesen solos en el escenario, seguro que aún es posible encontrar un sentido en el poder de la música.

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