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El Festival de Aviñón rinde homenaje a Abdelkader Alloula

"El teatro argelino existe... puesto que lo asesinan", escribe Jean-Yves Lazennec en el programa de mano de Les généreux, la pieza de Abdelkader Alloula que, en la versión francesa de Bienyoussef Messaoud, acaba de estrenarse en la 49º edición del Festival de aviñón.Abdelkader Alloula, 55 años, autor y director teatral argelino, uno de los nombres más populares de los escenarios de su país y del Magreb, fue asesinado de un tiro en la nunca por un miembro del GIA (grupo islámico armado) el 14 de marzo de 1994, cuando salía de su casa, en Orán, para ir a dar una conferencia sobre teatro en la Casa de la Cultura.

Su amigo y compañero, el gran actor Sid Ahmed Agoumi, junto a cinco actores más, dos argelinos y tres franceses, ha querido rendirle un homenaje representando Les généreux en Aviñón, una obra originariamente escrita en árabe popular y formando parte de una trilogía estrenada en Orán durante la década de los ochenta.

La obra se ofrece en la Iglesia de los Celestinos, un pequeño local, el cual, al empezar la función, mantiene abierta la puerta que da acceso a la calle, por donde circulan los coches y pasea un público festivalero que se detiene un instante a mirar al interior, un tanto perplejo de ver a unas personas (el público), sentadas en unas gradas, silenciosas, aguardando...

A los pocos minutos, se detiene ante esa puerta un Peugeot 504, con un pequeño remolque. Los cinco actores desenganchan el remolque (el atrezzo) y se introducen en el teatro, adelantándose hacia el público, al que permanecen mirando un buen rato.

La obra de Alloula gira en torno a personajes del pueblo de Orán, personajes inspirados en personas reales. Teatro más épico, narrativo, que psicológico, pero de una gran fuerza poética. Una mezcla, diría yo, de Brecht y de Goldoni, y algo, también, de Diderot. Teatro que sigue el modelo halqa argelina, teatro en el que el público se sitúa alrededor del actor, formando un círculo (halqa). Un actor que cuenta una o varias entrelazadas historias, interpretando todos y cada uno de los personajes, alternando prosa y poesía, e intercalando canciones.

La obra es maliciosa, tiene chispa y resulta, por momentos, muy entretenida, si bien para un público no familiarizado con el contexto argelino, con ciertas frases cargadas de doble sentido, se pierden muchas cosas y hay ocasiones en que la obra se hace un tanto monótona. Pero la función vale verdaderamente la pena sólo por ver la morrocotuda interpretación que Sid Ahmed Agoumi, un actorazo, ofrece de un pobre tipo, Djelloul, encargado de la morgue en un hospital de Orán.

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