Los bajos
Hace poco leíamos que algunas partes del mundo están sembradas de minas antipersonales. Se llaman así porque son de uso individual, es decir, que te matan o te arrancan un pie personalmente. Tienen el tamaño de una cajetilla de tabaco, pesan menos que un filete de hígado, y están enterradas en los bajos de la realidad, en el Tercer Mundo. Al final, todos caemos por los bajos. A Mitterrand el destino le ha puesto una bomba en la misma zona del casco en la que él colocó otra hace diez anos para hundir el buque ecologista Rainbow Warrior, cuyo aniversario ha celebrado la Marina francesa gaseando un poco a los ocupantes del Rainbow Warrior II.
Los bajos están minados hasta en Austria, un país alpino que cuando éramos pequeños nos parecía un país fantástico, de cuento, y que a medida que crecemos se convierte en una novela realista. Siempre que aparece una noticia sobre Austria en el periódico hay que leerla detenidamente, por si acaso, o por si Freud, según. Ahora nos acabamos de enterar de que los obispos y los políticos de aquel país de Danubio azul y psicoanálisis están amenazados también por los bajos. O sea, que los gays de Viena, hartos de su Código Penal, van a publicar los nombres de varios homosexuales con vocación de obispos y de políticos de alto standing, a ver qué pasa.
Minas, pues, del tamaño de una cajetilla de Marlboro, cuya casa madre, por cierto, está llevando a cabo una campaña publicitaria que es una bomba a punto de estallar en los bajos del imaginario colectivo: dicen que tener canarios produce más cáncer que fumar. No puedes moverte sin que te explote algo. Si no te estalla el paquete de tabaco, te contagia el pájaro un tumor, o te mata la próstata. Y las francesas, por lo menos, matan con grandeur, fijense en Mitterrand. Las nuestras, no.
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