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Tribuna
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Viaje a Chechenia

El paisaje. Recorrer hoy Chechenia es como descender a uno de los abismos más profundos de la miseria física y moral de la humanidad. Esto es lo que yo he hecho durante una semana como miembro de una delegación del Consejo de Europa. Hemos recorrido Chechenia y también otras repúblicas del entorno inmediato, como Osetia del Norte, Ingushetia y Kabardino-Balkaria, donde están los principales campos de refugiados y también algunas de las bases más importantes del Ejército ruso. En Chechenia hemos tenido reuniones con los máximos dirigentes militares -como el general Kulikov, comandante en jefe de las fuerzas rusas- y con los civiles que están intentando controlar la situación. Pero, sobre todo, hemos hablado con la gente, con centenares y centenares de hombres y mujeres, en salas públicas abarrotadas -a veces con la única luz de un candil- o en reuniones improvisadas en la calle o en los campos de refugiados. Hemos estado en poblaciones que habían sido plazas fuertes del general Dudáiev -como Chali-, o, al revés, plazas fuertes de sus adversarios -como Znamenskoie-, o en poblaciones disputadas -como Assinevskaia-, y en todas partes hemos recogido la opinión libremente expresada de muchedumbres desesperadas.En todas partes comprobamos el mismo estado de ánimo, la misma queja profunda y dolorida, la misma exigencia. Todos estaban y están hartos de la guerra, hartos de los bombardeos, hartos de las tropas rusas, hartos de Dudáiev. Cada reunión era un lamento surgido de las entrañas más profundas del alma colectiva y, a la vez, la suma de centenares de tragedias personales. Centenares de mujeres lloraban por la desaparición de sus hijos, por la muerte violenta de sus maridos, por la destrucción de sus hogares y de sus campos, por la violenciasiempre presente, por los tiroteos ncturnos en sus propias calles.

Peor fue todavía nuestra visita a los llamados "campos de filtración", especie de prisiones preventivas en las que se hacinan jóvenes y viejos, hombres y mujeres, detenidos por las fuerzas rusas y que están a la espera de la llamada "investigación" sobre sus presuntas responsabilidades penales. Ésta ha sido, sin duda, la experiencia más terrible porque las condiciones de su detención son infames, infrahu- -nas, en vagones de tren o en edificios infectos, oscuros, malolientes, carentes de ventilación, más parecidos a una tumba que a otra cosa. Y hemos recogido también testimonios de torturas infligidas a deternidos en dichos campos, y también de torturas infligidas por los partidarios del general Dudáiev a sus adversarios.

En estos reductos y en los campos de refugiados es donde se percibe de manera más brutal la magnitud de la tragedia. Ingushetia, por ejemplo -pequeña república que hasta hace dos años estaba unida a Chechenia y que se separó de ella cuando el general Dudáiev proclamó su independencia-, tiene una población de unos 300.000 habitantes y ha recibido 200.000 refugiados. La mayoría proceden de Chechenia, pero unos 50.000 proceden de la vecina República de Osetia del Norte. En todas partes hay- centenares de miles de refugiados que proceden de todas partes. Las condiciones de estos, refugiados 'son pésimas si no tienen vínculos familiares que les protejan. Los que carecen de ellos viven hacinados en campos muy diversos, sin trabajo, sin dinero y sin posibilidad ninguna de iniciar una nueva vida, por lo menos a corto plazo.

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El símbolo más tremebundo de todo lo que está ocurriendo es, sin duda, la ciudad de Grozni, la capital de Chechenia, una ciudad de casi medio millón de casi medio millón de habitantes que ha sido literalmente arrasada.El cenro de la ciudad es pura ruina y puro desierto, pero también en los barrios periféricos es casi imposible encontrar un solo blque de viviendas que no haya recibido impactos e bombas y cañonazos

Es cierto que la vida empieza a rebrotar, que ya circulan algunos autobuses y coches privados, que se instalan diminutos puestos de venta de refrescos y algún bollo al lado de las calzadas polvorientas y que incluso se ha abierto un mercado al aire libre, bastante acogedor, en medio de las ruinas. Pero la destrucción es tan rotunda, tan apabullante, que uno se pregunta si es posible devolver la vida a todo aquel amasijo.

La guerra y la paz. Tanto en Chechenia como en las demás repúblicas precaucásicas, cuando uno pregunta, sobre las causas de la guerra y de los conflictos de tantos años, el interlocutor siempre empieza con la misma frase: "Hay que remontarse a 1944". Efectivamente. En 1944, Stalin ordenó que toda la población de Chechenia y de Ingushetia fuese deportada a Siberia y a otras zonas del Asia central por su pretendida colaboración con los ocupantes alemanes. Allí estuvieron durante años los chechenos y los ingushios, allí murieron muchos, allí nacieron muchos otros. Casi 20 años después, ambas poblaciones fueron rehabilitadas y se permitió su regreso a la tierra de origen. Pero al regresar chocaron con los que se habían instalado en sus casas y sus tierras y se abrió un conflicto que en parte todavía no está resuelto.

Ésta es, sin duda, una de las causas del fuere partucilarismo de la comunidadchechena. Pero hay otro factor muy importante a tener en cuenta, a saber la organización social en forma de grandes grupos familiares o clanes. Las querellas entre los clanes eran constantes, sobre todo cuando Chechenia se convirtió en un lugar clave para la economía global de la URSS (oleoductos, carreteras estratégicas, etcétera).Y es probable que el Partido Comunista fuese, en aquellas condiciones, un factor de equilibrio, porque en su propio seno se pactaban alianzas entre los diversos clanes y, entre éstos, la población rusa.

Por eso, creo que el factor decisivo para el estallido de todas las tensiones de aquella sociedad fue la desintegración yla desaparición de la URSS. De una manera u otra, los dirigentes chechenos estuvieron involucrados en todas las grandes conmociones políticas entre el golpe de 1991 y la confrontación entre Yeltsin y el Parlamento a finales de 1993. Los vaivenes de la política general fueron vendavales en Chechenia y, una vez roto el monopolio del Partido Comunista, los dirigentes de los principales clanes pelearon duramente entre ellos por el poder. Fue entonces cuando entró en escena el general de las fuerzas aéreas rusas, Dudáiev. Éste consideró que era el momento para lanzar un movimiento por la independencia y por el control exclusivo de los recursos económicos de la zona, entre ellos algunos muy oscuros, como los prósperos negocios detráfico de drogas y de falsificación de dinero en Grozni. Dudáiev se hizo con el control de una buena parte de las armas abandonadas por el Ejército soviético cuando éste se retiró de allí tras la disolución de la URSS, combatióy derrotó a los demás líderes y a los dirigentes de los clanes opuestos y proclamó efectivamente la independencia.

Mientras la situación de Rusia fue inestable, Yeltsin y su Gobierno se ocuparon poco del tema de Chechenla. Pero cuando Dudáiev proclamó la independencia entraron en acción. Lo hicieron, primero, intentando organizar un movimiento contra Dudáiev en la propia Chechenia. Luego intentaron infiltrar comandos armados. En ambos casos fracasaron y Dudáiev liquidó sin contemplaciones a sus adversarios. Fue entonces cuando el presidente Yeltsin, en contra de la opinión de las dos Cámaras del Parlamento, decidió la intervención militar.

La impresión que uno tiene es que el Ejército ruso entró en acción con estructuras y mentalidades anticuadas y con una gran confusión sobre su propia identidad, y que, por consiguiente, llevó a cabo su tarea como lo haría un elefante en una cacharrería. Sólo así se explica la destrucción total de Grozni y las acciones represivas en gran escala realizadas contra pequeños núcleos de población. Hoy nadie sabe a ciencia cierta cuánta gente ha muerto en Chechenia. Se habla de unos 5.000 muertos en el Ejército ruso y de una cifra global de víctimas que se puede situar entre los 25.000 y 30.000 muertos.

Parece que después de la primera oleada de violencia ciega las cosas se han enderezado algo y que desde mediados de mayo la unificación del mando militar ha aportado una mejora no sólo en la estructura militar, sino también en las relaciones con la población. En estos momentos es indudable que se ha entrado en la fase final de la guerra abierta y que es cuestión de poco tiempo la conquista militar de los últimos bastiones de Dudáiev en el sureste del país. Pero también parece indudable que, una vez que las tropas rusas hayan llegado a la frontera de Daguestán, las fuerzas de Dudáiev que hayan sobrevivido empezarán acciones de guerrilla y atentados terroristas. Incluso hoy en la ciudad de Grozni, destruida y ocupada masivamente por las fuerzas rusas hay tiroteos cada noche. Y la trágica incursión de un comando checheno en la ciudad rusa de Budiónnovsk lo ha confirmado con creces.

Mientras tanto, se nombran alcaldes en las poblaciones y prefectos en las provincias y se ha puesto en marcha una estructura política alternativa, en forma de un Consejo Provisional, un Gobierno de Renacimiento Nacional y un Comité de Concordia Nacional, encargado de preparar unas elecciones libres, dentro de los próximos meses y de redactar un proyecto de Constitución que otorgue a Chechenia la máxima autonomía dentro de la Federación Rusa. En estos proyectos se intenta integrar no sólo a fuerzas políticas y sociales, sino también a los principales líderes, religiosos. No estoy muy seguro de que estas medidas políticas den resultado y mi impresión esque las tropas rusas deberán permanecer en Chechenia durante bastante tiempo, porque la ira de la población es tanta y tan débil es la posición de los que se disponen a gobernar en las condiciones actuales que nadie sabe lo que podría ocurrir si las tropas rusas se retirasen de inmediato. En cuanto a las fuerzas de Dudáiev, los rusos sólo tienen dos alternativas: o intentar su destrucción total -cosa que no parece muy factible y que, por lo mismo, no acabaría con el peligro de guerrilla y de atentados- o negociar con un sector de ellas o con la mayoría. De hecho, las dos partes ya se han reunido en Viena y también se están reuniendo en la propia ciudad de Grozni.

El problema es lo que hay que negociar. Tanto la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que hace esfuerzos de mediación, como los dirigentes de las repúblicas vecinas piden que la negociación se base en unos cuantos objetivos fundamentales: el alto el fuego, la devolución de los prisioneros, la repatriación de los refugiados, la solución de los problemas básicos de la población (suministros, sanidad, trabajo, etcétera) y la fijación de las condiciones de la permanencia de Chechenia en la Federación Rusa; es decir, prever y regular una autonomía suficiente. Si se conseguirán o no estos objetivos es cosa difícil de prever en las condiciones actuales. Lo único que está claro, lo único que va a ser innegociable, es que Chechenia se convierta en una república independiente. Para eso se ha hecho y se ha ganado la guerra.

Jordi Solé Tura es diputado por el NC-PSOE.

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