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Mal de muchos

Juan José Millás

Este es un país malo. Quizá no sea diferente de los de su entorno (cuando era diferente, era peor), pero eso no lo hace más bueno. Estuve en Callao al día siguiente de la explosión para ver el lugar de la foto: ya no vamos de la realidad a las fotos, sino de las fotos a la realidad. Vi mucha gente que había hecho ese mis mo viaje inverso, pero cada uno buscaba algo distinto. Yo quería ver el sitio exacto donde un policía sentado en el suelo acunaba como a un niño a su compañero moribundo. Me turbaron las imágenes de ese parto al revés que había visto por la televisión. Uno olvida muchas cosas, pero no las vece que tuvo en brazos a un recién nacido y de eso trataba la foto. Pero también buscaba a una mujer negra, africana, que vive desde hace meses en Callao. Está loca y se defiende todo el rato con las manos de un enemigo invisible o quizá de una multitud de atacantes microscópicos. Alguien le ha afeitado la cabeza, para poner en fuga a los piojos, y da miedo verla. Yo, de todos modos, la miro siempre que voy a la FNAC y sé que cuando paso junto a ella me incorporo a su pesadilla. No estaba; seguramente la habían desalojado junto a los cascotes y hierros retorcidos. Ese mismo día, por la tarde, estuve en la Residencia de Estudiantes: se celebraba la aparición de La gallina ciega, de Max Aub. José Monleón, en una intervención memorable, habló de la España peregrina como de un país posible en el que le gustaría vivir, y quizá vive. Las intervenciones de los distintos participantes (Jaime Salinas, Francisco Ayala, Ángel González, Pedro Altares y José Maria de Quinto) rezumaban un pesimismo común, como si lo hubieran ensayado previamente. Pero no eran ellos quienes se habían puesto de acuerdo para decir, de un modo u otro, que este país no es bueno: es que la realidad se ha puesto muy mala. Planeaban sobre el estado de ánimo de la sala los últimos frutos de la temporada de la cultura socialista. No sé si en los países de nuestro entorno las alcantarillas de la democracia rezuman tantos jugos oscuros, ahora no caigo, pero eso no nos hace mejores.

En cuanto a esta ciudad, tampoco es buena, no ya porque tengamos gente que se levanta pronto, se ducha con diligencia y se pone gomina para ir a colocar bombas, sino porque el otro día descubrieron frente a unos grandes almacenes una estatua de Michael Jackson disfrazado de general. Otra bomba absurda, de 10 metros de altura, llena de todo el amosal militarista, antisemita y anticomunista que lleva en las vísceras este sujeto. Había más de dos mil personas y algunas, por lo visto, aplaudían. No sé si en las ciudades de nuestro entorno hay más estatuas de este tipo, ni si la gente las aplaude al pasar, creo que sí, pero eso es un consuelo de tontos, es decir, mal de muchos.

Mal de muchos, y consuelo de idiotas, es la mendicidad que nos asalta en las aceras, en los semáforos, en las escaleras del metro, en las puertas de los Vip's y de los grandes almacenes donde colocan bombas y estatuas como bombas. Las familias de esta ciudad ya saben que sus hijos pueden aspirar a ser mendigos: una salida profesional más que hasta hace poco era considerada como una expulsión de la realidad. Él abanico de las clases sociales se abre, pues, no ha de jado de abrirse para mal de muchos y consuelo de tontos.

Yo no sé si en las ciudades de nuestro entorno los alcaldes, cuando toman posesión de su cargo, se encomiendan a Dios y a los empresarios, por este orden, aquí acaba de suceder. Por eso también esta ciudad es mala, como las de nuestro entorno quizá, pero es que el entorno se está poniendo duro, y nosotros, que somos el producto de lo que respiramos, nos volvemos peores cada día. Un mal país, una ciudad mala, y un buen símbolo: esa estatua de Michael Jackson disfrazado de sargento frente a las puertas de un paraíso del consumo.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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