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Un informe oficial británico decía que la inversión era peligrosa y contaminante

Isabel Ferrer

La Shell no sumergió ayer su plataforrna petrolera Brent Spar frente a Escocia. La presión internacional, con episodios de especial violencia en Alemania y una de lascampañas en contra más enérgicas de la organización ecologista Greenpeace, han forzado a la multinacional a optar por el desguace en tierra. En pocas horas, el grupo ecologista pasó de la crítica a la euforiapara ofrecer luego su apoyo a la compañía. Ésta debe solicitar ahora una nueva licencia al Gobierno británico para deshacer la torre sin ocasionar daños medioambientales.

Al anunciar el abandono de la operación, Shell indicó que la oposición mostrada por otros Estados europeos la había obligado a capitular. El acoso ecologista no ha influido a la hora de paralizar el hundimiento, según sus directivos.Greenpeace ve las cosas de otro modo. Su comunicado oficial recuerda que ha tratado de proteger el Mar del Norte y seguirá haciéndolo. Sus activistas no tienen reparo en afirmar, exultantes, que han "vencido a una gran empresa y evitado un peligroso precedente". Su manifestación convocada para hoy en todo el Reino Unido ha sido anulada "con gran regocijo".

Antes del estallido de alegría, un helicóptero de Greenpeace había burlado al alba el cerco de navíos en torno a la torre. Dos activistas accedieron a la misma uniéndose a los otros dos inquilinos. Una vez dado el golpe, la organización desveló un estudio del Ministerio de Agricultura que calificaba de "peligrosa y muy contaminante" su inmersión. Para colmo, el mal tiempo obligaba a paralizar la operación.

"Hay que olvidarse de arrojarla al fondo. Lo mejor es llevar toda la instalación a tierra y limpiarla y desmontarla con sumo cuidado". A los científicos gubernamentales que sopesaron en 1993 el futuro de la Brent Spar les preocupaba en especial el zinc y cobre que contiene. Sus análisis demostraron que ambos metales se han mezclado con otros sedimentos y agua salada guardados en su interior. "Dichos residuos tendrían que ser diluidos por lo menos 100.000 veces para perder su toxicidad", señala el documento. Más adelante añade que cualquier filtración al exterior destruirá la fauna marina en un radio de varios centenares de metros.

Repulsa de Shell

La aparición del informe pro vocó la inmediata repulsa de Shell. La empresa explicó ayer que se realizó pensando en aguas menos profundas, Dos años después, una fosa de más de 2.000 metros de profundidad, frente a Escocia, no presenta peligros para la vida marina, según la Shell. Portavoces ministeriales corroboraron esta versión al indicar que abandonar la plataforma a tanta, profundidad permite una disolución lenta y segura de los productos contaminantes: la pesca quedaría a salvo y también los acuerdos internacionales sobre vertidos.

"La Shell dice que el informe es viejo, pero los suyos no demuestran que los sedimentos tóxicos hayan sido limpiados", señaló ayer un comunicado emitido por Greenpeace. Paul Horsman, el activista que inició esta campana , es más radical aún: "Verter objetos al mar es siempre peligroso, cualquiera que sea la profundidad elegida".La organización ecologista, que ha mantenido en todo momento muy alta la moral, ha sufrido también un contratiempo importante. Los dos pilotos alemanes que sobrevolaron la pasada semana la Brent Spar para depositar a los primeros activistas han sido detenidos en Escocia. La Aviación Civil británica quiere preguntarles por qué no llevaban su matrícula en regla.

Antes de que, la multinacional optara por el desguace en tierra, la campaña contra la Shell había arreciado en otros países europeos. En España, las organizaciones ecologistas Greenpeace y Aedenat llamaron ayer a los ciudadanos a sumarse al boicoteo contra la multinacional. Greenpeace pedía en su comunicado a Shell-España oponerse a la decisión de Shell-Reino Unido, y a los ciudadanos, no repostar en. las gasolineras de la empresa ni comprar sus productos.

En Alemania el asunto Shell se ha convertido más en asunto de Estado, y la hostilidad ciudadana ha provocado que la empresa haya dejado de ingresar un 25% de beneficios: Las autoridades dé Colonia, cuarta ciudad del país, se habían unido ayer al boicoteo de sus vehículos oficiales a las gasolineras de la Shell. Una carta bomba estalló en el buzón de una gasolinera en Hamburgo "Nuestra gente teme por sus vidas", dijo un portavoz de la Shell alemana.

En Dinamarca, el ministro de Medio Ambiente, Svend Auken, animó al boicoteo. En Suecia, su homónima Anna Lindh señaló que como ministro no podía pedir esa medida, pero dijo: "No quisiera llenar el depósito de mi coche en la Shell, y asumo que mi personal tampoco".

Torres en el mar

La oposición laborista aconsejó ayer a Greenpeace y a la multinacional Shell, antes de conocerse la decisión de ésta de dar marcha atrás, que se vieran las caras para resolver el contencioso.Para la organización ecologista, la desaparición en el fondo de-¡ mar de la plataforma Brent Spar suponía un peligroso precedente. En el Mar del Norte, uno de los más contaminados del mundo, hay ahora unas 400 torres de extracción de gas y petróleo. La peor pesadilla imaginada por un ecologista es verlas hundirse en las aguas y liberar allí sus hidrocarburos. Los acuerdos marítimos internacionales, firmados por la mayoría de los países, deberían impedirlo. Pero las instalaciones en aguas profundas pueden ser abandonadas a su suerte.

En la mayoría de" los casos la parte superior, con su maquinaria, grúas y pistas de aterrizaje, puede desmontarse y ser llevada a tierra. El resto acaba en la orilla, o bien en el agua, tras haber sido destruido con cargas explosivas. El caso de la Brent Spar era diferente. Ha sido tanque de almacenamiento de crudo y contiene más de 100 toneladas de sedimentos tóxicos y láminas radiactivas.

Shell afirmaba que llevar a tierra este tipo de artefactos podría ocasionar enormes gastos y provocar accidentes mortales. Hundirlos es más seguro, decía y, en este caso, el Gobierno británico estaba de acuerdo. Ni siquiera los ecologistas negaban que multinacionales y políticos hayan estudiado a fondo el caso. Lo que Greeripeace ha lament ado es la falta de información pública. También criticaba la "cerrazón de una firma que, por ahorrar dinero, rechaza las ventajas de un traslado a tierra que, si bien más prolijo y lento, es a la larga menos dañino".

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