La Academia
Recuerdo que un día entró en clase, muy excitado, el profesor de Literatura y anunció que la Real Academia Española de la Lengua acababa de aceptar como correcta la expresión un jamón con chorreras. A mí, que nunca había visto un jamón, y que creía que las chorreras eran los encajes de las camisas de lord Byron, siempre me pareció normal que una carne tan romántica y sabrosa fuera ataviada de ese modo.Me llenó, pues, de perplejidad que la Academia le diera el visto bueno a esas alturas. Desde entonces, la docta institución me pareció una cosa de extraterrestres, un sitio colocado fuera de la realidad donde unos alienígenas de negro discutían sobre la conveniencia de legalizar términos como cáspita, jolines, o expresiones del tipo quítame allá esas pajas. Nunca sentí que me concernieran sus oscuras actividades, ni siquiera cuando me aficioné a los diccionarios, pues siempre preferí el de María Moliner, que me parece que no entró en la Academia por mujer y por sabia, dos condiciones históricamente incompatibles, y quizá aterradoras, para aquellos señores.
Por eso, cuando más tarde abrieron las puertas a personas reales como Lledó, Luis Goytisolo, SamPedro o García de la Concha, pensaba yo que, más que ingresar, iniciaban un viaje espacial del que a lo mejor no volvían. Sin embargo, con todos ellos he coincidido últimamente en restaurantes, aeropuertos o ferias del libro: se mueven, pues, entre la Academia y la tierra sin mutaciones aparentes. Yo, de todos modos, no me fío, porque los extraterrestres practican ahora mucho la abducción, que consiste en raptar seres humanos para estudiarlos por dentro e imitar sus maneras. 0 sea, Antonio, que enhorabuena, sí, pero lleva cuidado, no te vayan a sacar la sintaxis en un experimento. Y a ver si invitas a un jamón, aunque sea sin chorreras.
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