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CIinton gana popularidad en su debate con Gingrich y en su cita con el piloto rescatado

Antonio Caño

Pocas veces encuentra un presidente de Estados Unidos oportunidades tan gratas -y tan rentables- de ejercer su trabajo como la de saludar a un héroe nacional. Un día después de estrechar la mano de uno de sus principales rivales políticos, Newt Gingrich, Bill Clinton compartió ayer un gazpacho y unas chuletas de cordero con el capitán Scott O'Grady, el piloto que fue rescatado en Bosnia la semana pasada. Ambos acontecimientos hicieron ver a Clinton como a los norteamericanos les gusta, muy presidencial.El presidente conversó con el capitán O'Grady en el Despacho Oval, almorzó con él y participó después en el Pentágono en una ceremonia de homenaje, no sólo al piloto, sino a las unidades que efectuaron su rescate el jueves pasado. "Yo no soy Rambo. No soy un héroe. Sólo fui un pequeño conejito asustado tratando de sobrevivir, dijo Scott O'Grady al recordar su odisea de seis días, sin agua ni alimentos, desaparecido en territorio enemigo en el noroeste de Bosnia.

La ceremonia en la Casa Blanca fue discreta e íntima, con el fin de que nadie pudiera acusar a Clinton de tratar de sacar provecho político de la ocasión. El capitán O'Grady, vestido con su uniforme del Ejército del Aire, paseó junto a Clinton por el porche de la residencia presidencial, pero no comparecieron juntos ante los periodistas ni se excedieron en sus expresiones de simpatía.Clima de respeto

Fue mucho más discreta, en realídad, que el encuentro que Clinton y el presidente de la Cámara de Representantes habían tenido un día antes ante un foro de jubilados en New Hampshire, el Estado donde comienza en febrero próximo la carrera hacia la Casa Blanca. Clinton y Gingrich trataron en todo momento de mantener un clima de cooperación y respeto. Gingrich dejó que el presidente llevara siempre la voz cantante, le reconoció algunos méritos (como la operación de Haití) y se mostró dispuesto a colaborar con él en la futura agenda legislativa. Ambos incluso se estrecharon la mano en público para demostrar su coincidencia en la necesidad de combatir la influencia de los grupos de presión sobre el Congreso.

Los dos personajes que representan en este momento los polos opuestos del pensamiento político en Washignton mostraron también algunas discrepancias. Como en su visión de las Naciones Unidas o en la reforma del sistema de seguridad social. Gingrich prometió una profunda y rápida reestructuración de ese programa.

Fue, en todo caso, una gran oportunidad para que Clinton mostrase lo mejor de sí, su capacidad de comunicación, y para relegar a un segundo plano a todos los candidatos republicano: que compiten por la presidencia. También fue una buena ocasión para que Gingrich desterrase por un rato su imagen radical y extremista que le ha hecho esta muy por debajo de Clinton en la encuestas. El último de los sondeos daba ayer al presidente un intención de voto del 56% y

Gingrich un 37%. Robert Dole el principal candidato republicano para 1996, tenía un apoyo de 51%.

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