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LA BIENAL DEL CENTENARIO

Andreu Alfaro y Eduardo Arroyo presentan en el pabellón de España su obra más consolidada

Venecia reflexiona sobre el arte del fin de siglo en la apertura de la muestra

El escultor Andren Alfaro (Valencia, 1929) y el pintor Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) mostraron ayer, en el pabellón de España de la Bienal de Venecia -que hoy se inaugura oficialmente-, lo que, en opinión de los críticos, es su obra más consolidada y madura. A lo largo de todo el día, ambos artistas estuvieron arropados por numerosas personas del mundo del arte. El paso acelerado de lady Di animó una preinauguración en la que el director del certamen, Jean Clair, ha provocado la polémica sobre el arte de este siglo y su futuro.

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Premios y desilusiones

El pabellón de España ocupa un lugar privilegiado en el Giardini, el recinto principal de esta Bienal centenaria. Es el segundo edificio situado a la izquierda de la entrada a escasos metros del pabellón italiano, forzosamente el más amplio, mejor tratado y más visitado. La mayor parte de los 2.700 periodistas que hasta ayer se habían acreditado tienen que pasar a dar un rápido vistazo por lo menos a lo que exponen los dos artistas españoles en cuyo espacio ayer se ofrecía cava, sangría y patatas fritas.Los dos artistas españoles dijeron ayer encontrarse, sin falsas modestias, muy satisfechos de la obra que exhibían y en la que han trabajado un año. Eduardo Arroyo enseñaba sus 15 óleos llamando la atención sobre el colorido del paisaje español que él ha tratado de recoger en sus trabajos. Con su mordacidad habitual, mostraba los insectos y roedores incluidos en algunas de sus piezas en los que denuncia la miseria que, según él, corroe la vida española.

Alfaro, que ya estuvo en Venecia en la Bienal de 1966, expone en esta ocasión, como entonces, obras hechas con materiales industriales. Asegura que con las 10 esculturas que ahora exhibe no ha roto lo que ha sido siempre su trabajo.

"Ya entonces, cuando no se sabía apenas lo que era el mínimal, los críticos decían que yo trabajaba esa forma de expresión. No lo sé", dice. Con sus representaciones de ángeles y Lacoontes, afirma que el futuro del arte debe de hacerse sobre el pasado y que es muy poco lo que se puede inventar. "A partir de la década de los cuarenta, ha habido pocas cosas nuevas. Siempre nos quedará por descubrir la forma en que cada artista cuenta una historia, pero ya no hay grandes novedades".

Pesimismo

Sobre esas nuevas formas de explorar y el pesimismo del fin de siglo hablaron casi todos los que se acercaron ayer al pabellón de España. Estuvieron Carmen Rico, embajadora de España en Roma; Delfin Colomé, director de relaciones culturales de Exteriores; Jorge Lozano, director de la Academia de España en Roma; Carmen Garrigues, galerista de Eduardo Arroyo; José Guirao, director del Reina Sofía; Tomás Llorens, conservador jefe de la Fundación Thyssen, María Corral y, por supuesto, Fernando Huici, el director del pabellón, que estaba convencido de que España conseguiría alguno de los premios que finalmente no logró.Mientras se hacían quinielas sobre esos premios, y se miraba el paso de los famosos transeúntes que ayer se encontraban en la Bienal (Yoko Ono fue una de las que más público atrajo), los comentarios generales se centraban en la exposición Identidad y alteridad, que ha montado el esquivo director de la Bienal y del Museo Picasso de París, el francés Jean Clair.

Por un lado, se aplaudía el hecho de que haya incluido una decena de obras de Pablo Picasso en su exposición, algo que todo el mundo interpretaba como un pequeño desagravio hacia el artista más revolucionario del siglo, que, sin embargo, nunca estuvo representado en Venecia.

Pero por otro, se le critica el haber montado una exposición absolutamente desazonadora que, según algunos, no resume lo que ha sido un centenario de Bienal y mucho menos el arte de este siglo. Con el pretexto de recorrer el cuerpo humano a través del arte, con un millar de obras de 300 artistas indiscutibles, Clair consigue hundir al espectador más optimista.

El conservador jefe de la Thyssen, Tomás Llorens, explicaba que Clair ha optado por un proyecto muy válido, aunque también muy tramposo. "En la muestra hay obras de los grandes artistas del siglo, pero se juega con la selección para revolver los sentimientos, para despertar los instintos más, primarios".

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