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Lingüistas y académicos advierten del riesgo de una simplificación de la ortografía del castellano

La unidad del idioma español se basa en reglas gráficas establecidas desde el siglo XVIII

Lingüistas, académicos y catedráticos consultados por este periódico coinciden, sin excepción, en resaltar el enorme riesgo que supondría una simplificación precipitada o generalizada de la ortografía española, hacia la que se inclinan voces con intenciones renovadoras del idioma. El peligro mayor sena, romper la unidad de un idioma que comparten más ¿e 300 millones de personas gracias a convenciones ortográficas establecidas a partir del siglo XVIII. Además, la española, entre las grandes lenguas, es la que tiene un sistema gráfico que se adecua más al fonético, por lo que, a juicio de los expertos, no requiere grandes reformas, sino pequeños retoques, que deben establecerse con cautela, reflexión y un amplio consenso.

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La ortografía es un sistema arbitrario de representación que se basa en convenciones históricas que, en el caso del español, se remontan al siglo XVIII, con la publicación del Diccionario de Autoridades (1726). La independencia de las colonias aceleró la unificación de nuestra lengua y, según Víctor García de la Concha, secretario de la Real Academia Española, la fijación de la ortografia "es uno de nuestros grandes logros históricos".En 1844, un grupo de maestros madrileños de enseñanza primaria inventó una nueva ortografía y la aplicó en las escuelas. Intervino la reina Isabel II, tras la alarma creada, y se lentificó el proceso de adecuación del sistema gráfico al fonético, que, sin embargo, sigue siendo hoy el más desarrollado entre las grandes lenguas. Lo importante, para Gregorio Salvador, presidente de la Comisión Permanente de Academias, es que se estableció un consenso en torno a la grafía del idioma que ha permitido su unidad, y recuerda la enconada lucha que provocó modificar algo tan simple como el orden ortográfico, devolviendo la ch y la ll a su lugar original dentro de la c y la l. La norma se aprobó con el voto en contra de tres países.

Los expertos niegan que la ortografía española sea compleja. Indican que es mucho más sencilla que la inglesa, donde siempre hay que deletrear los apellidos, y que la francesa la alemana o la italiana, que arrastran la dificultad de no señalar las sílabas acentuadas, e incluso que la catalana. Manuel Seco, autor del Diccionario de dudas y dificultades de la lengua, opina que el español es uno de los idiomas más racionales que existen y no cree que presente problemas que requieran reformas importantes. Emilio Alarcos Llorach, autor de la Gramática de la lengua española, declara: "Los incapaces de aprender ortografía tan fácil como la española padecen de alguna especie de disgrafía".

José Manuel Blecua, catedrático de lengua española y director académico del Instituto Cervantes, no ha observado dificultades especiales en la enseñanza del español en el mundo. "Las normas ortográficas", declara, "son procesos de nivelación muy lentos y responden a unas reglas claras, que nuestros alumnos aprenden con naturalidad".

"Si se cambia la ortografía de forma unilateral, el idioma común desaparece en un par de generaciones", declara Salvador. La simplificación, para Blecua, es "sencillamente innecesaria". "Con una alteración muy profunda", previene Seco, "podría ocurrir que a las próximas generaciones les resultaran ininteligibles los textos anteriores a la reforma". Para Alarcos, "habría que reescribir toda la literatura española desde al menos el Siglo XVII". En este sentido se manifestaba el pasado domingo en EL PAÍS el director de la Academia, Fernando Lázaro Carreter, quien afirma que una modificación ortográfica crearía un movimiento de disidencia que pondría en peligro la unidad del idioma.

La fidelidad total, sigue Alarcos, es imposible, ya que los fonemas no se corresponden en todas partes con los mismos sonidos. "Un andaluz cambiaría la s por la c, pero, ni siquiera esta modificación es aplicable para todos los andaluces", aclara Seco. Salvador insiste en que el español no es algo propio de nuestro país, sino que pertenece a más de veinte Estados soberanos de tres continentes. La Academia Española, según su secretario, no podría plantearse ni una modificación sin contar con el resto de las academias del mundo.

García de la Concha deploraría un debate falto de argumentos como el que se produjo recientemente en Francia, cuyo idioma, sin embargo, requiere una adecuación que en el nuestro ya se ha producido en gran medida. "La reforma ortográfica francesa", explica Blecua, "provocó una auténtica polvareda, cuando en realidad era muy pequeña, mucho menor, por ejemplo, que la española del 1959". Además, tanto el francés como el alemán, expone Manuel Seco, "presentan menos problemas para decisiones de este tipo, ya que tienen concentrados a sus hablantes, pero el inglés y el español son idiomas que se hablan por todo el mundo". Sin embargo, nadie se opone a modificaciones en cuestiones puntuales, como el uso de la tilde y de la h. "Es, por ejemplo, un poco absurdo", comenta Alarcos, "que palabras como ahíto, rehúyo lleven tilde para romper el diptongo cuando la h bastaría para ello, y eso sólo porque hay grafías arcaizantes como desahucio, donde la h es puro lastre y no impide el diptongo au". Seco también ve la h como una letra residual de la ortografía latina que se podría suprimir en algunos supuestos, argumento en el que coincide Blecua. García de la Concha se refiere a los constantes trabajos de la Academia en esta línea, el último de los cuales propone que. se admita el plural en s de algunas palabras terminadas en i o u acentuadas, como, por ejemplo, tabús, además del vigente tabúes.

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