Armillita, muy grave
"Armillita, muy grave". Menuda sorpresa. La preocupante noticia venía de la enfermería, a donde había entrado tranquilo y por su propio pie el torero mexicano con un varetazo en el cuello, producido cuando toreaba al cuarto toro. Al pasar de muleta, la madera de una banderilla le golpeó el cuello. Lógicamente acusó el dolor, se dirigió a la barrera, donde le vertieron agua en la herida, que sangraba -no demasiado-, volvió al toro, intentó embarcarlo por redondos y al comprobar que se quedaba corto, resolvió cuadrar y matar. Escuchó aplausos cuando se dirigía a la enfermería, acompañado de un peón.Nadie -ni Armillita- podía imaginar que el palotazo hubiera causado tanto daño. i15 centímetros de profundidad! Se pone uno en su lugar, calcula 15 centímetros de banderilla entrándole en su propio cuello y deduce que lo ha traspasado de parte a parte. Grima da imaginarlo.
Manzanares / Armillita, Caballero, Chamaco
Cuatro toros de José María Manzanares (dos rechazados en el reconocimiento), lo terciado y con casta, 6º bien presentado, inválido y manso, resto anovillados, impresentables e inválidos; 3º devuelto por este motivo. Dos de Gabriel Hernández, con trapío: 4º áspero, 5º inválido y dócil. 3º sobrero de Carlos Núñez, terciado, inválido y pastueño. Armillita: estocada muy trasera y dos descabellos (silencio); pinchazo hondo trasero y descabello (palmas). Manuel Caballero: media descaradamente baja y rueda insistente de peones (palmas y algunos pitos); pinchazo y estocada corta atravesada (silencio). Chamaco: estocada tendida ladeada saliendo trompicado (ovación); estocada y rueda insistente de peones (palmas). Enfermería: el diestro Armillita sufre herida de 15 centímetros en el cuello producida por un palotazo, que penetra en faringe y contusiona la carétida y venas yugulares, muy grave. El peón Manolo Fuentes, herida de 5 centímetros en la mejilla, pronóstico reservado.Plaza de Las Ventas, 2 de junio, 21ª corrida de feria. Cerca del lleno.
Claro que los toreros están hechos de distinta pasta. Lo que en un torero es voltereta sin con secuencias, en el resto de los seres humanos sería un mes en la UVI y tres de convalecencia. No fue el único accidente de la tarde. Chamaco sufrió un varetazo en un ojo. El peón Manolo Fuentes un pitonazo en la cara. Y por una de esas paradojas que la vida se trae guardadas en el chaleco, este percance habría de generar el único momento verdaderamente torero de la corrida: un quite de Chamaco.
Salía Manolo Fuentes trompicado de un par de banderillas y ya trastabillaba, ya se le estaba arrancando recrecido el toro al verle caer, cuando Chamaco metió el capote bajo el hocico de la fiera y se la llevó embebida en sus vuelos burlándola el celo. Gran quite, el de Chamaco; el quite de la tarde; acaso el quite de la feria.
Y eso fue todo. No hubo en la corrida nada más que suscitara un mediano interés.
¿No dicen que el tiempo es oro? Pues si llegan a reintegrar a los aficionados el que perdieron asistiendo a este festejo, salen millonarios de La Ventas. A los toreros les hubiera venido igualmente bien una suspensión, porque si llegaron a la feria con poco cartel, regresaron devaluados y, además, los heridos habrían podido evitar los rigores del infortunio. El mismo Chamaco fue uno de los damnificados. Una banderilla le golpeó el ojo al estoquear a su primer toro y de poco lo pierde. El porrazo debió ser tan fuerte que le conmocionó y al alcanzar la barrera se cayó de espaldas cuan largo es (no mucho, por cierto).
En el tendido también acaecían percances aunque, naturalmente, de otro signo. Los varetazos venían en forma de lipotimias y afectaban principalmente a las mujeres. No todas a la vez, sino por turno, con el debido orden y concierto. Quiere decirse que se desvaneció una mujer en el tendido 1 abriendo marcha y los vecinos de localidad se arremolinaron para darle aire venteando vigorosamente el programa oficial. Ocurrió el incidente durante la lidia del tercero. Durante la lidia del cuarto le sobrevino el deliquio a una del tendido 10; durante la del quinto, a otra del tendido 9. La epidemia se iba extendiendo progresivamente y en redondo por el graderío. Menos mal que acabó la corrida y ya no se desmayó nadie más.
Era la corrida, efectivamente, como para desmayarse; pero no a causa del azaroso acontecer de la lidia sino del tedio. Los toros que presentó el nuevo ganadero José María Manzanares contribuyeron en buena medida al solemne aburrimiento y sus lipotímicas secuelas. Dos de ellos -tres si nos apuran- parecían novillos. No ha de significar que lo fueran, exactamente. Ya es sabido que las apariencias engañan. Sin ir más lejos, hay muchos que parecen toreros y si se les rasca un poco se descubre que son en realidad unos insoportables pegapases.
Durante la feria han comparecido en considerable cantidad fingidos toreros del mencionado corte -varios con ínfulas de figuras- y esta corrida de los varetazos y las lipotimias no podía constituir la excepción. Pegapases vocacional resultó ser Manuel Caballero en sendas faenas sin fuste ni emoción, porque toreando fuera-cacho unos toros inofensivos es difícil interesar a nadie. Otro tanto le ocurrió a Chamaco en sus intervenciones de muleta.
El torero del estupendo quite, que capotea con buena técnica, se esforzó por allegar ciertos toques tremendistas. Así, al primero de su lote (el que luego le pondría el ojo a la virulé), le inició la faena en el platillo, de rodillas y por derechazos. Mas en cuanto se puso de pie practicó un toreo premioso, dilatado y soporífero. Armillita, en cambio, ensayó el toreo auténtico, cruzándose en el cite, y si no cuajó faenas pudo deberse a que le correspondió un incómodo lote.
Se cuidaba Armillita del toro, vigilaba su inquietante aspereza, y era una vulgar banderilla la que llevaba auténtico peligro. Los eruditos en materia táurica tienen aquí tema para análisis. Aunque más valdrá no menearlo. Es preferible pensar que la corrida no existió. Que después del quite de Chamaco bajó del Olimpo Morfeo, y nos meció amorosamente en sus brazos. Y a lo mejor eso es, justamente, lo que sucedió.
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