Inbio: crónica de un éxito

Con el reciente galardón al Instituto Nacional de Biodiversidad de Costa Rica del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Tecnología de 1995, el jurado ha hecho un favor a la política científica de nuestro país, pues avala con este premio a un instituto y también a una progresista política de los respectivos Gobiernos de Costa Rica que desde 1989 han apoyado un proyecto convertido en punto de referencia internacional en el desarrollo de estrategias para el inventario de la biodiversidad nacional. Un proyecto original y visionario que abre nuevos horizontes al estudio y uso sostenible de un patrimonio natural consistente en unas 500.000 especies de organismos que viven en el país. Para poder usar dichos recursos, primero hay que inventariarlos, fijándose el objetivo de hacerlo en un periodo de 10 años. Pero, a diferencia de los múltiples e inacabables proyectos de floras y faunas nacionales que existen, y en algunos países llevan más de cien años en marcha, el trabajo se aborda dentro de un contexto innovador que marca la diferencia.Destacaré brevemente algunos componentes:

1. El proyecto se ha diseñado estableciendo previamente objetivos, sin prácticamente necesidad de financiación a nivel nacional. Tiene una agresiva estrategia, sólidamente apoyada por un Gobierno que simultánea dicho respaldo con la promoción de una total autonomía de gestión -el Inbio es una Fundación privada sin ánimo de lucro-. Su profesional, casi empresarial, planteamiento, su agilidad de gestión y su componente multidisciplinar son sus señas de identidad, que han repercutido en la generación de recursos a través de las más diversas fuentes, destacando la aportación de los países nórdicos.

2. A pesar de algunas críticas malintencionadas, el Inbio es un proyecto costarricense. Su director general, el doctor Rodrigo Gámez, virólogo molecular de formación, ha sido su principal impulsor desde su origen. La financiación estadounidense es limitada.

3. Esta política abierta, combinada con la estabilidad política de la nación costarricense, y especialmente libre del lastre que afecta a los organismos oficiales, le ha permitido firmar convenios con empresas multinacionales de farmacología e informática, que evidencian que si la biodiversidad se investiga, en serio y de forma profesional, tiene potencial para atraer la inversión privada.

4. Por si fuera poco, el proyecto del Inbio está generando empleo y educación ambiental entre la población rural, a través de su contratación de los llamados parataxónomos. Estas personas, de extracción y residencia rural, reciben unos cursillos de formación en los métodos de recolecta y preparación de las muestras de insectos y plantas, que, tras una clasificación inicial, llevan a la central del Instituto, para que un biólogo las repase y les asesore.

La decisión de galardonar al Inbio contrasta con el desolador panorama a nivel nacional en cuanto al diseño de una estrategia para el estudio y uso de la biodiversidad. No es por falta de dinero, sino debido a una escandalosa descoordinación entre las agencias responsables del medio ambiente en nuestro país. A ello hay que añadir una preocupante sensación de que algunos de los máximos responsables políticos sobre medio ambiente, a nivel nacional, no es que sean ignorantes, sino que están convencidos de que esto de la biodiversidad es una moda que no hay que tomar en serio.