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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vascos y catalanes

En este panorama de cambio profundo, tan sólo Cataluña, y en menor medida el País Vasco, mantienen su configuración anterior, aunque con algunas novedades. El socialismo mantiene el poder en Barcelona y en dos capitales más, Girona y Lleida, y obtiene mayorías suficientes en el cinturón industrial barcelonés y en otras grandes ciudades. Pero el ascenso del PP convierte a ese partido en la tercera fuerza municipal, aunque no obtenga ninguna alcaldía importante, y en competidor directo de CiU por el voto centrista, que a partir de principios de la década de los ochenta se desplazó hacia el nacionalismo moderado. La coalición de Pujol se halla por primera vez sometida a una pinza política entre el PP y Esquerra Republicana de Cataluña, otra de las formaciones ascendentes, lo que le obligará a modular su discurso político para evitar que lo que gane o conserve por el lado del autonomismo moderado lo pierda por el del nacionalismo más radicalizado.El PSC (Partit dels Socialistes de Catalunya) sale reforzado del trance, con buenas bazas para intervenir en la regeneración del socialismo español y para intentar recortar la mayoría absoluta de Pujol en el Parlamento catalán. Los socialistas catalanes han sido vituperados como elementos ajenos al catalanismo durante la larga etapa de tensión entre González y Pujol y presentados como prescindibles y puenteables desde que empezó el idilio entre ambos. Hasta el domingo, el PSC se hallaba sumido en el desconcierto y la depresión, hasta el punto de que Maragall hizo la lista municipal a sus espaldas y miniaturizó sus siglas durante la campaña. El liderazgo del partido se halla maltrecho, con un secretario general, Raimon Obiols, descartado de antemano como candidato para las próximas elecciones autonómicas. Sólo el poder municipal era capaz de mantener su fuerza, frente a la doble amenaza que se cernía sobre él: por un lado, el avance del PP en las franjas de origen inmigrante, y por el otro, el intento de sorpasso por parte del nacionalismo. El PSC ha resistido el doble embate.

En Euskadi, la proyección a las instituciones locales del pacto tripartito (PNV-PSOE-EA) que sostiene al gobierno vasco permitirá al PNV seguir encabezando las tres diputaciones, así como el Ayuntamiento de Vitoria y seguramente el de Bilbao, aunque en este caso no alcance la mayoría absoluta. El tripartito también permitirá al PSOE conservar la alcaldía de San Sebastián, aunque el PP volvió a ser, por escaso margen, la fuerza más votada en la ciudad de la que era teniente de alcalde Gregorio Ordéñez, asesinado por ETA a comienzos de año.

Pero lo más significativo de los resultados del domingo en el País Vasco es el retroceso de Herri Batasuna, que traslada también a los municipios las pérdidas que ya experimentó sucesivamente en las generales de 1993, las europeas de 1994 y las recientes autonómicas: en cada uno de esos ámbitos HB ha ido perdiendo votos, de manera ininterrumpida, desde fines de los ochenta. Ahora retrocede desde el 17,2% de 1991 al 14,8%. Además, el pacto PNV-PSOE-EA desplazará a HB de la mayoría de las alcaldías que ostentaba. Pierde la primera posición en Guipúzcoa, y en el conjunto de Euskadi se ve desplazada al cuarto lugar, ocupando ahora el PP la tercera plaza. El PSOE sigue siendo la segunda fuerza vasca, y podrá conservar las alcaldías de la llamada margen izquierda de Bilbao. Su leve retroceso respecto a las autonómicas de 1994 no admite comparación con el experimentado por ese partido en el resto de España. Otro rasgo destacable del mapa electoral surgido del 28-M es que la fortaleza del PNV no compensa los retrocesos de HB y EA, con lo que en conjunto las fuerzas nacionalistas pierden posiciones.

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