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FERIA DE SAN ISIDRO

Esta fiesta no vale un duro

Valdefresno / Muñoz, Mora, FinitoCinco toros de Valdefresno (uno rechazado en reconocimiento), 3º y 6º devueltos por inválidos; resto discretos de presencia; 2º sospechoso de pitones; inválidos y aborregados. 4º de Puerto de San Lorenzo, escobillado y sospechoso de afeitado, manso. Tres sobreros: 3º de Fernando Peña, bien presentado, manso, manejable. 6º, segundo sobrero de Manolo González, sospechoso de afeitado, inválido, devuelto; tercer sobrero de Palomo Linares, con trapío, encastado. Emilio Muñoz: estocada corta atravesada escandalosamente baja (protestas); cuatro pinchazos -aviso- y bajonazo escandaloso (pitos). Juan Mora: dos pinchazos bajos, otro perdiendo la muleta, estocada corta tendida y rueda de peones (silencio); pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio). Finito de Córdoba: metisaca y estocada corta baja (aplausos y también protestas cuando saluda); pinchazo, estocada y rueda de peones (ovación y saludos). Plaza de Las Ventas, 23 de mayo. 11ª corrida de feria. Lleno.

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Los taurinos han conseguido normalizar una fiesta a su conveniencia y resulta que esa fiesta no vale un duro. La fiesta que han inventado los taurinos es un atropello y un solemne aburrimiento. Esta fiesta es la vergüenza nacional.

La nueva fiesta, que ya ha tomado carta de naturaleza en todas las plazas del ruedo ibérico -Madrid incluído-, se desarrolla entre la repulsiva carnicería y la grosera caricatura; entre la trampa y el adefesio. La nueva fiesta requiere, para su celebración, que se caigan los toros, que estén afeitados los toros, que tunda los toros la acorazada de picar hasta abrirlos en canal, si es que uno de esos toros tiene la osadía de embestir con la viveza propia de los de su raza.

Todos cuantos toros saltaron a la arena en la corrida de marras, se caían. Unos más que otros, con invalidez absoluta o relativa, pero se caían. Se caían hasta los sobreros. Y el único toro de trapío y redaños que salió, precisamente el tercer sobrero, hierro Palomo Linares, se estuvo cayendo también.

Por qué se caen los, toros es pregunta a la que nadie ha dado una respuesta coherente; ni siquiera la Organización Colegial Veterinaria, que debería hacer una manifestación clara y concisa al respecto. Muchos años llevan ya cayéndose los toros y el Consejo General de Colegios Veterinarios no dice absolutamente nada. Calla. Y si calla, otorga.

Por qué han de caerse forzosamente los toros en todas las corridas, sí tendría alguna explicación, en orden a sus beneficiarios: porque las figuras permanecen inamovibles en los puestos de privilegio las temporadas que les de la gana, sin arriesgar ni un alamar -como aquel que dice-; porque el riesgo es mínimo para el resto de la torería militante, lidiando toros que no les aguantan ni la mirada y claudican en cuanto les obligan a tomar la pañosa dos veces seguidas; porque no da ningún trabajo picar a una especie de armario que ni se mueve y a lo mejor hasta se derrumba, mientras si de un toro íntegro se trata, al primer conato de carioca puede tirar el percherón, el ciclópeo peto, el torvo individuo que lo monta, su bota hierro, su puya y su gracioso castoñero, de cabeza al callejón; porque no es lo mismo banderillear un pedazo de carne tumefacta que un recrecido galán, enterizo, veloz y codicioso en el embite.

Esta es la fiesta que importen los taurinos. Fiesta: degradada y astrosa Pura mentira, fraude escandaloso, que incluye la manipulación de las astas de los toros. Varios aparecieron en el mismo oficio de tinieblas con síntomas de haber sido afeitados y sectores de afición lo denunciaban a gritos. El segundo presentaba una cornamenta demasiado chica y unas puntas demasiado buidas para ser de natural conformación. El cuarto apareció mocho por las buenas. Al sobrero colorao se le adivinaba el serrucho a distancia...

Y luego está la disposición de los toreros, el toreo que practican: un toreo deliberadamente ventajista, malo con avaricia, sin que les cause ningún rubor. Antes al contrario: una vez perpetrado, se contonean. Juan Mora componía aflamencadas posturas que rondaban el ridículo; Finito de Córdoba iba de artista y, a excepción unos toreros ayudados por bajo, toreaba fuera de cacho, embarcaba con el pico, vaciaba las embestidas por la lejanía, eso si no. se quitaba de en medio. Emilio Muñoz, vulgarísimo en sus dos trasteos, hacía gestos de incomprensión cuando acababa de ejecutar a su primer toro mediante un infamante espadazo.

Les valía que la plaza estaba llena de isidros, y ya se sabe que los isidros lo aplauden todo. Pero también es verdad que los isidros van una tarde a los toros y no vuelven, entre otras razones porque se aburren allí de muerte. Este final se anuncia en la nueva fiesta: harta la afición y agotada la clientela de isidros, va a ir a los toros Rita. Rita la Cantaora, por supuesto.

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