Horizontes cercanos

Observaba González-Ruano, entre burlas y veras, que muchos señores de la capital morían en la sierra, a pesar de ser un lugar muy sano. Mas luego, poniéndose serio, reconocía: "¿Adónde han de ir, si no, los enfermos?". ¿Adónde, sino a un sitio de céfiros y aguas saludables? ¿Adónde, sino a Cercedilla y al valle de la Fuenfría? Cuando en este último atiende un sanatorio, por algo será...

Es fama, además, que los parraos sobrepasan los noventa años como el que desayuna. Este dato, unido a la creencia anteriormente expresada de que el simple aire del Guadarrama remedia palideces e inapetencias, ha hecho que el nombre de Cercedilla figure con prioridad en el recetario de los galenos hasta casi nuestros días. E incluso ahora el enclave sigue teniendo gran predicamento entre las amas de casa madrileñas, que en llegando San Pedro, e incluso antes, sueltan a sus polladas macilentas por Las Dehesas, convencidas de que al caer la tarde regresarán a Aluche con un vistoso lote de pimpollos.

De las bondades de Cercedilla y de su valle, el de la Fuenfría, se da cuenta en el libro de la montería y en El libro del buen amor. Cervantes, Moratín, Panero y Ridruejo citaron estos paisajes. Y hasta el premio Nobel de Medicina Ramón y Cajal hacía sus escapadas por el pueblo. Eso, por no extendernos sobre Rosales y Sorolla, dos vecinos ilustres.

El único que habló mal fue Quevedo, quien por boca de uno de los personajes de La vida del buscón llamado Don Pablos arremetió contra el paso de la Fuenfría: "¡Oh, cómo volaría yo gran parte de este puerto y hiciera buena obra a los camiántes!". Pero ello sólo demuestra que en el siglo XVII no había afición por el senderismo. Hoy, que sí la hay, cabe disfrutar de estos caminos sin nedesidad de dinamitazos, en especial del que circunda el valle por sobre sus crestas y collados, desde Majalasna hasta la Peñota.

La ruta en cuestión ha de emprenderse en la colonia de Camorritos, a tres kilómetros e Cercedilla por la carretera que asciende junto a la vía d el ferrocarril a Cotos. Señales rojas y blancas correspondientes al GR- 10 -sendero de gran recorrido, de Valencia a Lisboa- jalonan el repecho inaugural, desde los últimos chalés hasta Navarrulaque. En est, pradera milagrosa habrá que aprovechar para repostar líquido elemento en sus fuentes, para contemplar algunos bravos ejemplares de pino silvestro -tronco escamoso y de color asalmonado en su parte superior-, especie emblemática de Guadarrama que tapiza hasta, el último recoveco del valle.

La senda de los Alevines -círculos amarillos en los árboles- lleva de Navarrulaqui a Majalasna, pradera al pie de primero de los siete picos desde la que habrá que atrochar para, ganar el segundo (2.093 metros) por su bronca ladera meridional. Una vez en la cumbre vistazo en derredor y descenso salvaje por la vertiente norte hasta la pradera del collado Ventoso. Rodeando el cerro homónimo por la derecha, se sale a una pista franca -variante del camino Schinid- que conduce hacia el Oeste hasta el puerto de la Fuenfría. Habrá que optar por la pista balizada como BR-10 -nuevamente, trazos de pintura roja y blanca- para llegarse hasta el collado de Marichiva, y progresar por la cuerda -Peña Águila, 2.009 metros; collado de Cerromalejo, 1.778- en demanda de La Peñota. Las vistas de la llanura madrileña son de padre y muy señor mío. La línea del horizonte parece vibrar. ¿Un efecto óptico? No. Después de seis horas de marcha, son las piernas las que tiemblan.