Pablo Sanz, el hombre del cuento
Hasta que un día vio su secreto contado en este periódico [el pasado 30 de octubre], metido en su profesión, la abogacía, y en sus libros, Pablo Sanz decía que fuera de su casa sólo conocían su pasión lectora los eslavistas José Fernández Sánchez y Juan Eduardo Zúñiga, junto con algunas amigas y amigos rusos. Ahora ha escuchado sorprendido y contento que Mario Vargas Llosa se refiere a él, sin citarlo por el nombre, en la ceremonia de entrega del Cervantes, y está convencido de que en todo caso la inmerecida cita viene de lo que decía Gorki: "Lo mejor de mí se lo debo a los libros".Érase una vez un estudiante de Derecho que una tarde lluviosa de noviembre de 1944 en Madrid se puso a leer una novela de Leónidas Andreev titulada Las tinieblas y descubrió un mundo, el de la novelística rusa, al que todavía hoy dedica la mitad de su día. Cuando hace unos meses Pablo hablaba de su pasión lectora, decía: "Durante una época utilicé una lámpara como la de los mineros, puesta en la cabeza. Me sentía verdaderamente cómodo con ella para leer en la cama". Así, Pablo, también de noche, bajaba y subía por las galerías del alma humana siguiendo, él, en su viaje a sus guías rusos: "En ellos", precisaba, "encuentro esa mezcla en los caracteres del santo y el demonio en un solo hombre, la capacidad para la máxima abnegación y los mayores desinanes". Algo que suele encontrarse siempre en la buena literatura.
Después de citar aquel libro iniciático de Andreev, Pablo Sanz añadía: "Leí todo lo que cayó en mis manos, y no sólo de literatura rusa, hasta que llegué a Tolstói, a Dostoievski, a los grandes clásicos. Leía todo vorazmente, pero especialmente a Dostoievski, y es el novelista que, mas admiro después de Cervantes".
Babelia
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