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Arafat y sus adversarios radicales islámicos esfuerzan por evitar una guerra civil palestina

Mediodía en Gaza. En la Universidad Islámica de Gaza, el doctor, Mahmud Zahar, uno de los exponentes del movimiento islámico Hamás, acaba de dar su clase de cirugía. A menos de dos kilómetros, a las puertas del despacho de Yasir Arafat, los centinelas bromean, fuman y se aprestan a almorzar un guiso de cordero. En Omar al Mujtar, principal calle de Gaza, los comerciantes ponen candado a sus tiendas y se encaminan tranquilamente a sus casas. Si en la paupérrima franja de Gaza está a unto de estallar una guerra civil entre palestinos que apoyan a Arafat y sus adversarios islámicos, en las calles ciertamente no hay ningún aviso. Tras un aluvión de amenazas, temores y acumulación de tensiones, tanto Arafat como sus adversarios parecían ayer empeñados en evitar a toda costa un baño de sangre.

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"Ya quisieran los israelíes que nos liásemos a tiros", decía un joven mecánico barbudo cuyas simpatías por la guerrilla islámica son tan visibles como la pegatina con versículos coránicos que adorna el manubrio de su bicicleta. "No va a haber guerra. Lo que pasa es que cada vez que hay problemas en Gaza todo el mundo piensa que va a estallar un conflicto. Pero aquí nadie quiere la guerra y eso es el mejor seguro frente a las provocaciones".Ayer no era difícil comprobar que ese razonamiento. prima tanto en las esferas del Gobierno de Arafat como en los círculos del liderazgo de Hamás y de la Yihad Islámica. Tres días después de los dos atentados suicidas que dejaron un saldo de ocho israelíes muertos en Gaza y que constituyeron un abierto desafío a la autoridad de Arafat, el riesgo de un encontronazo entre las principales fuerzas palestinas parece haberse disipado.

A pesar de las amenazas de los extremistas islámicos de responder violentamente ante el arresto de cerca de 300 militantes de Hamás y la Yihad Islámica, así como a las primeras condenas de los tribunales de Arafat contra tres guerrilleros musulmanes, los dirigentes de ambos bandos no están alarmados.

Política represiva

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Zahar asegura que Hamás no atacará a Arafat, salvo que se vea hostigado. Está convencido además de que la campaña de detenciones no tendrá mayor efecto. "Los retendrán un tiempo y luego los soltarán", declara en la entrevista. "Arafat no está en condiciones de hacer más porque sabe que su política represiva sólo endurecerá a la oposición".

Eso es lo que menos necesita el agobiado dirigente palestino porque debe demostrar que el Gobierno autónomo que preside en Gaza y en el diminuto enclave cisjordano de Jericó cuenta con el apoyo de las bases. Le favorece el hecho de que Hamás está interesado en mantener el diálogo político para eliminar la impresión de que los islamistas sólo creen en la vía de las armas.

Dirigentes de Hamás, como Imad Faluyi, se pronunciaron ayer por "un diálogo realista y serio" con el Gobierno de Arafat. Simultáneamente, en círculos de ese Gobierno se está optando por suavizar la retórica para no empeorar las cosas. Según fuentes allegadas a Arafat, el líder palestino "ha comprendido" que resulta contraproducente llamar "terroristas" a los militantes islámicos. Por otro lado, ha dado señales de que su campaña para desarmarles va a ser menos rigurosa de lo que, inicialmente estaba previsto: la Autoridad Palestina ha decidido dar un mes para el "registro de armas" y ha anunciado que sólo decomisará fusiles, no armas cortas.

Pero la distensión que evidentemente están buscando establecer Arafat, Hamás y la Yihad Islámica podría evaporarse en cualquier momento si los extremistas palestinos cumplen con su promesa de intensificar los ataques contra objetivos israelíes dentro y fuera de Gaza y la Cisjordania ocupada. Esa amenaza está latente, especialmente después de que un comunicado de Hamás difundido el martes aconsejó al Gobierno israelí "preparar ataúdes para sus soldados y para los colonos judíos".

El primer ministro israelí, lsaac Rabin, está bajo creciente presión interna para ordenar golpes directos contra Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, pero ayer consiguió neutralizar las demandas de seis parlamentarios de su propio Partido Laborista que abogaban por el retorno de tropas israelíes a Gaza.

Consciente del peligro de nuevos atentados durante la celebración de la Pascua judía, el Gobierno de Rabin anunció el cierre total de Cisjordania y Gaza a partir de hoy. La medida tendrá Vigencia hasta la tarde del domingo.

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