El rastro de Laetoli se reexcavará para frenar su alarmante deterioro
Este verano se iniciarán los trabajos de conservación de las huellas más antiguas de la humanidad, en Tanzania
Las huellas más antiguas de la humanidad, preservadas en ceniza volcánica en un lugar remoto de Tanzania, se conservaron durante 3,5 millones de años, pero ahora corren grave. peligro de deterioro. Para evitarlo, especialistas en restauración están colaborando con técnicos tanzanos en la conservación de este primer testimonio de. ancestros del hombre que caminaban erguidos, para luego taparlo y preservarlo como patrimonio de la humanidad. Llegar al acuerdo de colaboración no ha sido fácil.El rastro de Laetoli fue descubierto por la famosa paleoantropóloga Mary Leakey en 1977. Las huellas se estudiaron durante dos años y se cubrieron de nuevo, rudimentariamente. El paso del tiempo y la erosión han hecho mella. Cuando se supo que sobre ellas estaban creciendo acacias, cuyas raíces amenazaban con destruir las improntas de aquellos homínidos, sonó la alarma.
El Gobierno tanzano no quiere aparecer como culpable, explica Neville H. Agnew, australiano, director adjunto del prestigioso Instituto de Conservación Getty, de Estados Unidos, que ha puesto en marcha el proyecto. En el Getty se diseñó hace unos años la urna protectora -prácticamente hermética- para momias egipcias que se usa en el Museo de El Cairo, y que se está adaptando para proteger otros objetos, como libros antiguos.
Agnew está contento porque ha conseguido hablar por satélite desde el aparcamiento del instituto, en Los Ángeles, con su gente gracias a una nueva estación portátil instalada en Laetoli. Los técnicos de varios países convocados por este centro, que depende de la fundación creada por el millonario Paul Getty, van a realizar una labor científico-artesanal con las huellas. Han dividido el rastro, señala Agnew, para su tratamiento en dos zonas. Este verano reexcavarán la primera mitad, quitarán las raíces de los árboles y estabilizarán el terreno fósil. También dejarán a los paIeoantropólogos que las estudien de nuevo. En agosto de 1996 terminará la segunda campaña con la otra mitad.
Ciencia, técnica y artesanía
En los trabajos previos, de estudio del terreno y preparación, que comenzaron en 1992, se reexcavó un pequeño tramo para ver su situación y se hicieron morir los árboles. Cuando esté limpio el terreno y consolidado, se cubrirá para su conservación. También se han hecho nuevos moldes de unas copias que hizo Leakey en 1979.
Además de artesanía, hay ciencia y técnica en los trabajos. El estudio del terreno original, una relativamente blanda ceniza volcánica y el de soluciones permanentes para estabilizarlo, así como la elección del material para tapar el rastro sin destruirlo por el peso de la cubierta, han ocupado a científicos de la Getty durante muchos meses.
"Al quitar las raíces van a quedar huecos, y tenemos que consolidar, seguramente por impregnación con polímeros, pero antes hemos hecho muchas pruebas en laboratorio, porque tenemos que estar seguros de que no hacemos más daño a las huellas que las fuerzas naturales", dice William S. Ginell, director de investigación del Getty. "El área necesita, sobre todo, desagüe y consolidación, porque se trata de un terreno volcánico que es bastante blando y cuando llueve, cuando se moja, es todavía más blando", continúa.
El material de la cubierta no puede pesar mucho, pero tampoco puede ser suelto para que no llegue a deformar las huellas como había pasado con el recubrimiento original. "Hemos hecho cálculos en el laboratorio de las fuerzas que suponen la cubierta y también los pedruscos, que se quieren poner encima de ella para evitar el paso de animales, porque es un área por donde, por ejemplo, pasan elefantes", dice Ginell. Destaca que también hay que tener cuidado con el material que se utilice, que no debe ser atractivo para los habitantes de la zona, que puedan disponer de él para otros usos. "Debajo de la cubierta seguramente pondremos herbicidas para evitar que vuelvan a crecer plantas", comenta este experto.
Cuando todo termine, el instituto espera dejar en marcha un plan de mantenimiento y vigilancia que implique a las autoridades tanzanas y a la población local masai.
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