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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Conmovedora derrota

Esta bellísima, tierna y, sin embargo, furiosa película cuenta la historia de una casi desconocida y cuantitativamente pequeña -pero con capacidad desveladora de la interioridad del multitudinario desastre en que desembocó el movimiento obrero europeo posterior- derrota ocurrida dentro de la gran derrota de España por el fascismo: la destrucción por el Ejército republicano, por entonces en gran parte en manos de Stalin, de las milicias trotskistas (aunque su estrategia fue combatida desde su exilio en México por el propio Trotski) del disidente POUM o Partido Obrero de Unificación Marxista, aliado a la resistencia anarquista contra el Gobierno republicano central.De su condición de representación de la convivencia de un puñado de luchadores que se entienden mutuamente por encima de su disparidad de idiomas, proviene la fuerza de captura emocional de Tierra y libertad, su capacidad para conmover e incluso para hacer despuntar un llanto con dientes apretados. Loach, fiel a su estilo (más elaborado de lo que a primera vista parece) de siempre, transmite esa conmoción gracias a la capacidad de convicción y de contagio que misteriosamente da a las imágenes; y a la inmediatez y cercanía, de refinada estirpe documental, que en esas imágenes adquieren los personajes, llenos de vigor, que representan. Es una obra de grandísima talla moral y deslumbradora (tiene tripas complejísimas: el guión de Allen es pura relojería) sencillez analítica, que -con L'Espoir, de André Malraux- contiene el más bello tributo que el cine ha dado a la memoria de la España libre.

Tierra y libertad

Dirección: Ken Loach. Guión: Jim Allen. Fotografia: B. Ackroyd. Música: G. Fenton. Producción: España-Reino Unido, 1995. Intérpretes: Ian Hart, Rosana Pastor, Icíar Bollaín, Tom Gilroy, Marc Martínez, Frederic Pierrot. Madrid: cines Princesa y Renoir

Babel cinematográfica

Hablada en un maravilloso entrelazado de castellano, inglés británico, inglés americano, francés, alemán y catalán, esta babel cinematográfica ocurre en la España de 1937, pero es mucho más que la reconstrucción de un capítulo espantoso y todavía semioculto de la guerra civil española. Es también, y sobre todo, la representación de un rincón del más negro capítulo de la historia universal de la infamia en este siglo: el estalinismo, visto desde la evocación de un puñado de sus incontables víctimas.

Desmontar ahora, cuando se ha desmoronado, la sangrienta impostura estalinista es un deporte generalizado en Occidente, pero demasiado fácil para concederle mérito. En cambio, desmontarlo en aquellos años, como hicieron con energía intelectual y moral suicida -León Trotski (debería releerse hoy el debate sobre la URSS entre este hombre, que la creó, y Bruno Rizzi, en 1939, donde todo quedó predicho) y un puñado de sus discípulos, era firmar la autocondena a muerte. Tierra y libertad es, por ello, la representación de un pliegue del suicidio de los últimos -y el tiempo ha sentenciado que únicos genuinos- revolucionarios bolcheviques.

Las armas que Loach y Allen emplean para representar esta tragedia son de contundencia y transparencia ejemplares. Escenas básicas, como la -asombrosa por su mezcla de sencillez y hondura, de espontaneidad y rigor- asamblea de milicianos y campesinos para decidir el destino de la tierra ganada en combate, son candidatas a formar parte del poema de la esperanza del desesperado, pues contienen cine llevado al límite de sus posibilidades de representar la pasión -que el filme revela no extinguida- que funde e identifica libertad y generosidad.

El trenzado de prodigiosas composiciones -muchas de intérpretes no profesionales- y la exquisita graduación que Loach y Allen imprimen en la casi imperceptible médula argumental de la historia de amor (en registros de creación lírica de gran elegancia) entre lan Hart y Rosana Pastor están entre lo más hermoso que ha dado a las pantallas el cine europeo reciente, de manera que verlo reconcilia con un arte que se degrada cuando no reencuentra, como ahora en esta incomparable película, sus conexiones perdidas con la busca de la verdad.

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