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Horas bajas para la revolución islámica

Los disturbios de ayer cerca de Teherán no constituyen aparentemente amenaza alguna al Gobierno del presidente Alí Akbar Hachemí Rafsanyani. Sin embargo, ocurren en momentos particularmente difíciles para él, atacado desde fuera por Washington y criticado en casa por su política económica.El Gobierno iraní está nuevamente en el punto de mira de EE UU, que acusa ahora a Teherán de recurrir a subterfugios para obtener tecnología nuclear de Rusia a fin dé desarrollar un arsenal atómico, después de haberla acusado antes de desplazar misiles hacia el estrecho de Ormuz.

Irán rechaza ambas acusaciones y las describe como parte de la "política de hostigamiento a la revolución islámica", una revolución que no vive su momento más popular. El Gobierno acaba de duplicar los precios de los combustibles como parte de una política destinada a reducir los subsidios en un país con alarmante índice de inflación.

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El Ejecutivo está adoptando enérgicas medidas para equilibrar la economía en momentos en que la presión por combatir el desempleo va en constante aumento. Analistas de la escena iraní señalan que Rafsanyani ha optado por administrar la "amarga medicina" ahora que ya no tiene que preocuparse de su popularidad personal, pues vive su segundo e improrrogable mandato presidencial.

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