Cinco cafeterías de la cadena Manila han sido subastadas por deudas con la Seguridad Social
Horas difíciles para el feudo de las tortitas con nata. Cinco establecimientos de la casa de cafeterías Manila han cerrado sus puertas en los últimos meses: las ha subastado la Seguridad Social porque la sociedad propietaria, Manila, SA, le debía más de 750 millones de pesetas. Otros dos establecimientos con el mismo nombre en Callao y en La Vaguada se mantienen abiertos: no pertenecen a la empresa insolvente. La mayoría de los 57 empleados que se han visto en la calle han presentado demanda por despido nulo e improcedente. El juicio está fijado para el día 18.
Manila: capital de Filipinas para el diccionario, tortitas con nata y meriendas con palique para los madrileños. Parte de estos templos del café con tostada y el plato combinado entonan el adiós. Viven su peor momento desde que empezaron a ver la luz, a partir de los años cuarenta, de la mano de Luis Zamorano Fraile, un avispado camarero.El anagrama de las palmeras empezó a albergar las primeras cafeterías de la ciudad. Eran un invento nuevo en un paisaje con la oferta gastronómica reducida a tabernas, cafés y algunos restaurantes o más bien casas de comidas.
Tras el esplendor, el declive de los últimos años -hijo de la falta de renovación y/o de los cambios de los barrios-. La caída ha acabado con el cierre definitivo de cinco establecimientos, agrupados bajo la firma Manila, SA. Son los de Goya, 5; Juan Bravo, 37, y Génova, 23 (los tres bajo el rótulo Manila); Gran Vía, 16 (con el nombre de Vitamina), y Montera, 17 (con el de Miami).
La agonía ha sido lenta. Estos cinco establecimientos fueron embargados en 1993 por el impago de 750 millones a la Seguridad Social, explica un portavoz de los propietarios que pide anonimato. Aun así, los locales siguieron funcionando.
En septiembre de 1994 se fraguó la entrada en la empresa Manila, SA, de un grupo salvador encabezado por el empresario gallego radicado en Argentina Francisco Ríos Seoane. "Intentaba reflotar el negocio, pero no dio tiempo: en noviembre, la Seguridad Social subastó los establecimientos", explica el citado portavoz, próximo al nuevo inversor. Señala que la participación del grupo galaico-argentino en la sociedad Manila, SA, es del 51%.
Locales por un lado con derecho de traspaso, ya que estaban en arrendamiento-, enseres por otro: 13 lotes salieron a licitación pública. Sólo uno de los locales, el de la calle de Génova, tuvo un comprador de nuevas, la empresa Arizónica, SA. La Seguridad Social ingresó por estas ventas algo más de 150 millones, según la fuente citada. Otra fuente conocedora de la operación señala que de los cinco establecimientos sólo tres encontraron adjudicatario: los de las calles de Génova, Juan Bravo y Goya.
"Hasta las tazas"
"Juan Bravo fue el primero en caer: lo clausuró el Ayuntamiento por deficiencias", explica el abogado de UGT Fernando de Miguel, que lleva la defensa de la mayoría de los trabajadores. "En Génova se ha estado trabajando hasta el 22 de febrero, día en que llegaron los camiones de la Seguridad Social para llevarse todos los enseres. Se llevaron hasta las tazas del café", relata.El cierre de los cinco establecimientos, que además de los 750 millones de deuda reclamada por la Seguridad Social arrastraban otros impagos hasta sumar una pella de unos 1.000 millones de pesetas, ha dejado sin trabajo a 57 personas. De ellas, 52 se han puesto en manos de De Miguel y han demandado a la empresa por despido nulo e improcedente. El juicio está fijado para el 18 de abril. "La gente no ha cobrado indemnización", señala el abogado. La media de edad de la plantilla es alta.
Las clausuras no afectan a otras dos cafeterías que se mantienen abiertas en Madrid bajo el nombre de Manila, la de Callao y la de La Vaguada. No pertenecen a Manila, SA.
A la hora de buscar las causas del naufragio, el abogado de los trabajadores y el portavoz del inversor argentino coinciden: mala gestión y poca puesta al día.
También hay otras cosas, como el deterioro de la Gran Vía o la poca rentabilidad de sus clientes más asiduos: personas mayores, dadas a gastar poco y ocupar la mesa largo tiempo; cosas propias de tener escaso presupuesto y aún menos prisa. "Estas cafeterías han sido el refugio de la gente de la tercera edad de clase media. Nos habría tenido que subvencionar el Ayuntamiento...", ironiza el portavoz.
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