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"Ya sólo se puede pensar desde la carne", afirma Francisco Brines

El poeta valenciano publica dos libros "testamentarios"

Mi madre me miraba muy fija desde el barco en el viaje aquel de todos a la niebla".Mi concluye La última costa, el último poema del último libro de Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932), publicado por Tusquets y que el propio autor considera "testamentario". "No creo que haya rebajado la carga de sensualidad, sino que ahora ésta se filtra a través del intelecto. Si uno antes sentía por todos os poros desde la carne, ahora comprueba también que sólo es posible pensar desde la carne" declara el poeta.

"Es el libro de una despedida, se parte en él hacia un paraje desconocido, desde un lugar que sí se conoce -la vida entendida como una sincronía- y que se sabe que va a faltar", dice Francisco Brines. "En ese sentido, es un libro testamentario; sólo que yo soy testamentario desde el comienzo de mi obra. Nunca he podido dejar de ser elegíaco, porque no he podido escribir desde la dicha, sino desde su celebración ya póstuma, cuando la he perdido".Ahora esa pérdida se hace más reflexiva y serena, menos dolorosa. Precisamente, más testamentaria "en la medida en que uno comprueba también, cada vez más, que la poesía no es un don en propiedad, sino una posesión en, tránsito".

Francisco Brines publica también esta semana, en la editorial Pre-textos, un grueso volumen de ensayos, Escritos sobre poesía española (de Pedro Salinas a Carlos Bousoño), donde aborda medio siglo de la lírica peninsular, con capítulos monográficos dedicados a una docena de nombres propios, flanqueados en el tiempo por esos dos autores del paréntesis.

"Es obvio que la lírica española de la primera mitad del siglo supera en calidad a la de esta última mitad" reconoce Brines, desde el céntrico ángulo privilegiado que le supone su adscripción a la generación del 50 (un rostro colectivo que reconoce, pero cuya nómina considera aún por inventariar: "No se trata de la lista de los reyes godos, sino que toda nómina generacional es siempre un tren en marcha y en perpetua revisión", puntualiza.

"La narratividad por la que se escoró nuestra poesía, y que ha vuelto a irrumpir en las últimas promociones, ha sido el preámbulo de una característica de época. Del mismo modo que el siglo XVIII, por ejemplo, fue un tiempo propicio Para el ensayo, este último periodo de nuestro siglo lo está siendo para la narrativa. Suceden demasiadas cosas en el exterior, y muy rápidas, que eclipsan la mirada interna y esa sordina a fuego lento que la poesía requiere. No digo que no haya voces líricas de primera calidad, pero es seguro que vendrán tiempos colectivamente mejores para la poesía".

Paradójicamente, La última costa hace sentir a Francisco Brines más joven que cuando publicó su primer libro, a sus 27 años (Las brasas, que fue premio Adonais). "La nostalgia es más dolorosa de joven, cuando se tiene toda la vida por delante. Ahora, en cambio, uno ha aprendido a aceptar el paso del tiempo y a contemplar el presente en su esplendor modesto. Uno ha aprendido a gozar de una tarde en la que no ocurre nada, y eso le está naturalmente vedado a los jóvenes".

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