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La ecoetiqueta de la UE naufraga en una maraña de logotipos e intereses nacionales

El distintivo de producto ecológico, sólo figura en una marca de lavadora británica

La ecoetiqueta de la UE, después de tres años de trabajo -fue aprobada en marzo de 1992-, está al borde del naufragio por la proliferación de intereses nacionales e industriales y por la multiplicación de otros distintivos comerciales de calidad ambiental. Hasta el momento, el logotipo de la margarita sólo está estampado en las lavadoras inglesas Hoover. En España,ningún empresario lo ha solicitado. Además, los Quince sólo han acordado los criterios de bondad ecológica de lavadoras, lavavajillas, fertilizantes, papel higiénico y de cocina, detergentes y pinturas.

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Hasta tal punto se ha ido complicando la madeja que la Comisión Europea estuvo a punto de tirar la toalla a finales de 1992, según reconoce María José Gómez, subdirectora general de Normativa de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Vivienda. Ahora ha vuelto a darle un empujón y parece decidida a lanzar en verano-otoño una gran campaña para dar savia nueva a la margarita entre consumidores y empresarios. A lo largo de este año se intentará sacar adelante las pautas para conceder la etiqueta verde a sprays del pelo, cosméticos, calzado y textil.Como explica María José Gómez, los trabajos para determinar los criterios ecológicos de cada grupo de productos están encabezados por un país. Y ahí empiezan los problemas: "Esos países han intentado imponer unos criterios que favoreciesen, o por lo menos no perjudicasen, sus propios intereses industriales y económicos, lo que ha levantado Ios recelos de los otros países. Así, las negociaciones quedaban bloqueadas constantemente". En el sector de las lavadoras, por ejemplo, Francia puso constantes pegas al Reino Unido.

El Reino Unido y Alemania han llevado las voz cantante. España está en una situación de desventaja, porque no encabeza ningún grupo. Carmen Serrano, que participa en las negociaciones representando a la Secretaría de Medio Ambiente, señala que hasta ahora los empresaríos españoles, excepto los del corcho, no han apostado por la margarita: "Estamos intentándo animar a los sectores de cerámica y juguetería, en los que España sí es una potencia".

Sello catalán

Entretanto, los logotipos verdes se han ido multiplicando. Los últimos en aparecer han sido los de la Generalitat catalana -"como la ecoetiqueta de la UE va para largo, decidimos crear un sello oficial que diera cierta fiabilidad en el mercado", dice un portavoz del Departamento de Medio Ambiente de la Generalitat- y AENOR (Asociación Española de Normalización, que es además uno de los organismos encargados en España de conceder las margaritas). La etiqueta catalana no figura aún en ningún artículo, pero la de AENOR ya ha sido concedida a seis pinturas y barnices.

Dos distintivos más que se vienen a sumar a otros ya muy implantados, como el ángel azul, que Alemania concede a sus productos desde 1978 y que acompaña ya a más de 4.000 productos; el cisne blanco de los países nórdicos; la NF francesa; el Milieukeur de Holanda, y el umweltbundesamt de Austria. Fuera de la UE, están arraigadas las etiquetas de Estados Unidos, Canadá y Japón.

Fue precisamente esta dispersión de reclamos de bondad ambiental y las publicidades verdes pero huecas de los fabricantes lo que llevó a la Comisión Europea a buscar orden y uniformidad. Pero, al levantar tantas expectativas y, sin embargo, plantar la margarita con tanta lentitud, puede conseguir el efecto contrario. Los empresarios y consumidores no se muestran entusiasmados.

Natividad Cifuentes, de la Unión de Consumidores de España (UCE), opina: "La ecoetiqueta es, en principio, un instrumento útil para el consumidor; para evitar el abuso y fraude del argumento ecológico en la publicidad de los productos. La idea, el planteamiento, está muy bien. Pero las expectativas se han visto absolutamente, frustradas. Los intereses han impedido que se desarrolle con agilidad y transparencia. Sabe mos que a veces hay dificulta des científicas para determinar con precisión qué es más ecológico, pero se han manipulado esas dificultades por los intereses comerciales de cada país. Las multinacionales tratan de poner trabas". Y concluye: "Total, que lo que se pretendía que sirviera - para orientar a los consumidores y promover en los empresarios comportamientos ambientalmente correctos acaba en la defensa de los intereses industriales de de terminados países. Sin embargo, a pesar de ese desencanto y decepción, seguimos pensando que hace falta un instrumento de control de etiquetas".

Antonio Maceda, que representa a los empresarios en el Foro Europeo de la Ecoetiqueta y es, además, director de la Asociación española de Fabricantes de Detergentes, desvela errores: "La Comisión Europea no ha seleccionado bien los productos que primero van a llevar la ecoetiqueta y que tienen que servir de gancho. Se han elegido cosas como lavavajillas y mejoradores de suelos, que no son precisamente de consumo habitual. Por otro lado, la Comisión se desentendió demasiado de la elaboración de criterios, lo dejó en manos de países-líderes, que levantaban continuas reticencias de, otros países. Ha habido demasiada autonomía nacional, que llevaba a los países a barrer demasiado para casa. Pasó con Alemania y los detergentes. Estaba todo bloqueado hasta que la Comisión tomó las riendas del asunto".

Provincianismo

Maceda resalta otra preocupación de los empresarios de la CEOE: que proliferen los organismos encargados en España, de tramitar y conceder la ecoetiqueta. El Gobierno dio vía libre para que, aparte de AENOR, cada comunidad autónoma pudiera designar su propio organismo. Ya lo han hecho Cataluña y Valencia. Maceda considera que es un "disparate" y un "despilfarro" esta multiplicación de entes haciendo lo mismo: "Todos los países tienen un organismo; excepto Alemania, que ha designado dos. Y nosotros ya tenemos tres. Imagínese que llegamos a contar con 15. Comprendo que la ley les permite hacerlo, que cada comunidad autónoma está en su derecho; pero nos da miedo que el sistema falle en el último tramo por este afán tan legalista como provinciano".

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