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Una nueva generación de historiadores revisa el pasado de Rusia

Se benefician de la apertura de los archivos

Pilar Bonet

Se acabó la historia dogmática soviética. De las cenizas del viejo sistema de ideólogos del marxismo-leninismo está surgiendo una nueva generación de historiadores que, con poco dinero y mucha imaginación, abordan el pasado con un enfoque renovador.La Asociación de Investigadores de la Sociedad Rusa del Siglo XX celebra esta semana el segundo aniversario de un programa de publicaciones que, bajo el título de La Primera Monografía, ha revolucionado la edición de libros históricos en Rusia.

Diecinueve obras, con una portada de diseño muy simple y el formato y las características de una edición de bolsillo barata, son el balance de la labor entusiasta dirigida por Guennadi Bordiugov, historiador y profesor de la Universidad de Moscú.

La Primera Monografía cubre tanto la época soviética como la anterior a la Revolución de 1917. Temas de la serie han sido la Internacional Comunista, el Komintern, y los problemas de Stalin y la élite comunista en los años treinta, pasando por la oposición liberal en Rusia en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la sociedad de los años cuarenta, la política caucásica en el siglo XIX, la censura en la producción literaria, y otros temas tabú o manipulados en la historiografía soviética.

Dogma oficial

En la URSS, la historia estaba al servicio del dogma oficial hasta que, con Mijaíl Gorbachov, llegó la perestroika, y con ella, la glásnost o transparencia informativa, que produjo sensacionales revelaciones en las páginas de los periódicos y revistas. Tras la confiscación de los archivos del Partido Comunista Soviético en 1991, los historiadores que habían contribuido a la glásnost se encontraron con desagradables sorpresas a la hora de realizar una investigación más reposada: las editoriales científicas se habían arruinado, los sistemas de distribución estatal se habían hundido, y además los rusos, saturados de tanta revelación siniestra, preferían las novelas eróticas o de evasión.

Los historiadores rusos se benefician de la apertura de los archivos, pero en ocasiones han tenido que contener la indignación al ver limitado el acceso a documentos facilitados a extranjeros con más recursos financieros que ellos, o a grandes figuras consagradas, como el general Dmitri Volkogónov, que convirtió los fondos de VIadímir Lenin en un coto cerrado mientras escribía la biografía del padre del Estado soviético.

La idea central de La Primera Monografía, según explica Burdiugov , es buscar padrinos que financien la edición de las obras recomendadas por un consejo internacional de expertos que incluye historiadores de todo el mundo, desde la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, hasta la de Princeton.

Los costes editoriales han subido con la inflación, y hoy publicar un título con una tirada de 1.000 ejemplares cuesta del orden de 1.000 dólares. El autor no recibe honorarios, pero su obra llega a los especialistas y va a parar a las bibliotecas. Algunos de los autores se sienten alarmados ante la aparición de nuevas restricciones en el acceso a algunos de los fondos documentales que se abrieron al ser confiscados los archivos del Partido Comunista.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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