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Las divergencias entre los partidarios de Balladur y de Chirac resquebrajan al Gobierno francés

Enric González

El Gobierno francés está soportando muy mal la creciente hostilidad entre las candidaturas presidenciales gaullistas de Édouard Balladur, primer ministro, y de Jacques Chirac, alcalde de París. Los ministros de Exteriores, Alain Juppé (chiraquista), y de Interior, CharIes Pasqua (balladurista), protagonizan un enfrentamiento indisimulable y simbolizan las grietas de un Gabinete que tendrá que resistir hasta mayo los embates de la campaña electoral. Pasqua hizo ayer unas sorprendentes declaraciones en las que calificó de "inaceptables" las actividades de la CIA en Francia y culpó a EE UU de las filtraciones a la prensa. La Embajada estadounidense en París rechazó de plano las acusaciones.

La mayoría conservadora que gobierna Francia empieza a mostrar rasgos disparatados. Tras hacerse público por el diario Le Monde que el Gobierno francés había pedido la repatriación de cinco importantes agentes de la CIA, el ministro Juppé se mostró "escandalizado" por la filtración y pidió una investigación oficial.Nicolas Sarkozy, portavoz del candidato Balladur -que no del primer ministro-, le respondió que la investigación se había abierto 24 horas antes sin que nadie se molestara en informar al jefe de la diplomacia. La investigación se había encargado al Ministerio del Interior, precisamente el departamento del que, según todos los indicios, emanaban las filtraciones del caso de espionaje.

Mientras desde Washington se asistía al escándalo con una mezcla de estupor e ironía, Jacques Chirac secundó a su lugarteniente Juppé y mostró su preocupación por el riesgo de que la disputa pública dañara las relaciones franco-norteamericanas.

El primer ministro, Édouard Balladur, intentó calmar los ánimos afirmando que los roces entre servicios de inteligencia eran "frecuentes a uno y otro lado del Atlántico" y que "no tenían gran importancia".

Pero Balladur quedó ayer desautorizado por quien era, en teoría, su principal valedor, Charles Pasqua. Éste afirmó que las actividades de la CIA eran "muy graves", "inadmisibles" e "intolerables", y demostraban una actitud "muy inamistosa para tratarse de un país aliado". El ministro del Interior remató la sorpresa acusando a Estados Unidos de ser culpable de airear el asunto. Según él, hubo "muchas fugas desde el lado norteamericano". Habría que saber cómo interpretan los agentes de la CIA todo este lío, en sus informes al cuartel general del espionaje estadounidense.

A la embajadora de Estados Unidos en París, Pamela Harriman, no le hizo ninguna gracia el exabrupto de Pasqua. Ayer mismo hizo saber que las afirmaciones del ministro del Interior no eran "ni ciertas ni creíbles", y las calificó de "inoportunas y lamentables".

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Pasqua protagoniza estos días una de las "excursiones, diplomáticas" que crispan a Alain Juppé. No satisfecho con interferir con frecuencia en la cuestión argelina, que el ministro del Interior tiende a considerar como un asunto doméstico, Pasqua inició ayer una gira por cinco países africanos del área francófona (Mauritania, Senegal, Costa de Marfil, Gabón y Carnerún), cuyos dirigentes son tradicionalmente, generosos a la hora de contribuir a la financiación de campañas electorales en la antigua metrópoli.

Disensiones

Las disensiones intergubernamentales no se limitan a Alain Juppé y Charles Pasqua. En el asunto de la política audiovisual de la Unión Europea, sobre el que se celebró hace dos semanas en Burdeos una reunión de los Quince en la que Francia quedó aislada, el ministro de Cultura, el chiraquista Jacques Toubon, y el ministro de Comunicación, el balladurista Nicolas Sarkozy, mostraron ante la prensa posiciones muy distintas respecto al tema.

Entre los diplomáticos profesionales se extiende la convicción de que a la actual presidencia francesa de la Unión Europea, que concluirá el próximo mes de junio, no le queda ya otra aspiración que salvar la cara y evitar un fiasco estrepitoso.

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