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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Del documento al poema

Pocos estarán de acuerdo en que Después de tantos años es la obra más bella del cine español no sólo de éste sino de los últimos años; y una de las escasas que permanecerán e iluminarán el futuro. Que la Academia del Cine no la haya seleccionado para optar a ni uno solo de los últimos premios Goya indica que este complejo y delicadísimo filme crea rechazo o impermeabilidad, y que corre el riesgo de pasar inadvertido, cuando, bajo su fragilidad y simplicidad, se esconde una fortísima carga de elocuencia callada.Después de tantos años procede de El desencanto (1976), dirigida por Jaime Chávarri e interpretada por la familia -mujer y tres hijos- del poeta Leopodo Panero tras la muerte de éste. Han pasado casi veinte años y, muerta también la madre, sus tres hijos reanudan aquel desnudamiento un poco cínico, pero dolorido y cordial, ante otra cámara, ésta dirigida por Ricardo Franco, que busca en sus rostros y palabras huellas del paso de dos décadas de vida personal y colectiva devastadora, pues este filme, como aquél que lo desencadenó, no sólo indaga en el destino de infortunios íntimos, sino en el infortunio innumerable de la última etapa de la vida en España, que segregó aquel desencanto inicial y, tras él, erosión, locura y muerte, de modo que el paradójico encanto de aquel desencanto es ahora melancolía y desolación. Película dolorosa, dura de ver.

Después de tantos años

Dirección y guión: Ricardo Franco. Fotografía: Gonzalo F. Berridi. Música: Eva Gancedo. España, 1994. Intérpretes: Michi Panero, Leopoldo Panero, Juan Luis Panero. Estreno en Madrid: cine Renoir.

No son propicios los tiempos que corren para invitar a la gente española a contemplarse en el amargo espejo de su tiempo, pero Ricardo Franco desvela que no todo es inútil en la inutilidad humana y que hay una forma fraternal de mirar el desgaste, que lo ennoblece y da dignidad a la caída de quien lo sufre en sus fases sin retorno. La agilidad de El desencanto se convierte en Después de tantos años en un pausado transcurso de imágenes de silencio y de inminencia de muerte; y es ahí donde el filme nos observa y concierne a todos.

Raíz musical

La sutileza de la creación de tiempos, la suave fluencia de las imágenes y el exquisito ritmo del montaje -de raíz no analítica, sino musical y digno de la bella sonoridad que brota, enlazada con su luz mortecina, de la pantalla- de esas imágenes en la vértebra de un continuo paradójicamente estancado, una especie de movimiento quieto, desemboca en cine de una elegancia y una generosidad que raramente aflora en las pantallas de ahora. Es Después de tantos años cine que flota sobre esas superficies opacas del comportamiento que dejan, ver la dolorosa transparencia que hay en el fondo de lo que nos ocurre: cine contra la corriente, distinto, radicalmente otro, un canto suicida a la vida, Heno de coraje. De ahí su condición casi clandestina, que le honra. No necesita goyas. Se basta a sí mismo para alzarse por encima de lo efímero y quedar como una perturbadora radiografía de la interioridad de este tiempo que no agoniza.Contiene Después de tantos años abundante materia documental, pero, como las grandes obras de su estirpe, la formalización de esta materia da lugar a su mutación en poesía de altísima pureza, escrita en la demarcación imprecisa donde ocurre la desintegración de la conciencia de dos hombres -el tercero es una sombra de ellos- en la lenta rampa de la muerte. El prodigioso juego de montaje que da armazón al poema es deudor, tanto o más que del precedente creado por Chávarri, del crepúsculo de Wilhelm Murnau y, sobre todo, de Robert Rossen, creador de Lilith, joya que secretamente ilumina los entresijos de esta película atravesada por un aterrador -y sin embargo reconfortante- lirismo, compuesto con negruras cálidas, íntimas e inevitablemente nuestras, de todos.

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