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Tribuna:EL CONFLICTO BOSNIO
Tribuna
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Malabarismo de EE UU en los Balcanes

MISHA GLENNYEl articulista analiza las características del giro dado por Estados Unidos en su estrategia en los Balcanes

Richard Holbrooke, subsecretario de Estado norteamericano, llevó un mensaje inquietante al Gobierno bosnio cuando recientemente voló a Sarajevo. "El Plan de Paz del Grupo de Contacto debería ser la base para una solución negociada al conflicto bosnio", explicó. El primer ministro bosnio, Haris Silajdzic, no disimulé su indignación al responder. Dijo que consideraba esto "injusto", ya que habían aceptado el plan de paz "al entender que era una cuestión de 'tómalo o déjalo'". El nombramiento de Holbrooke ha coincidido con un importante giro en la actitud estadounidense en los, Balcanes. Durante dos años y medio, la Administración Clinton ha respaldado las peticiones del Gobierno bosnio de que se levantara el embargo de armas y de que se hiciera un uso más enérgico de la aviación de la OTAN contra los serbobosnios.Ante la fuerte oposición a esta estrategia por parte de Rusia y de los aliados europeos de Estados Unidos, Washington no hizo nada. Alentó al Gobierno bosnio a rechazar los acuerdos de paz que consideraba "njustos", pero después no quiso o no pudo apoyar a Sarajevo con la fuerza.

Durante la crisis de Bihac del pasado noviembre, el Gobierno estadounidense cayó finalmente en la cuenta de que la única forma en la que podría materializar su apoyo retórico al Gobierno bosnio era yendo a la guerra en su nombre. Esto pondría en peligro la cohesión de la OTAN, originaría posiblemente un enfrentamiento con los rusos en el Consejo de Seguridad de la ONU e implicaría a Washington, en un conflicto excepcionalmente confuso.

Ante estas opciones, el giro de la postura norteamericana, tras dos años y medio de vacilaciones, ha sido fácil: sigue siendo el principal valedor occidental de Sarajevo pero se inclina ante la voluntad mayoritaria del Grupo de Contacto. Esto no debe ocultar el hecho de que el interés norteamencano en los Balcanes se ha extendido considerablemente. Como fuente de inspiración oculta de los acuerdos de Washington que dieron vida a la Federación Croato-Musulmana en Bosnia y a una confederación entre Bosnia y Croacia, Estados Unidos goza ya de una influencia política considerable en el noroeste de los Balcanes.

En la actualidad, Clinton tiene tres enviados especiales mediando en los conflictos del sur de los Balcanes. Todos implican a Grecia, miembro de la Unión Europea (UE). Y mientras los norteamericanos están. realizando viajes diplomáticos discretos pero intensos, la UE parece haberse lavado las manos de la tensión que se está creando en el entorno de la antigua República yugoslava de Macedonia y en el Egeo.

Desde la caída del comunismo en 1989 (el proceso se retrasó ligeramente en Albania), EE UU ha establecido importantes embajadas en Tirana y Sofía. Ha firmado un Tratado de Defensa con Albania. Tirana autorizó que se estableciera la base de los aviones espía automáticos norteamericanos en territorio albanés para controlar los movimientos de tropas en Bosnia y Serbia. Los estadounidenses también han aportado 500 marines a las fuerzas pacificadoras de la ONU en Macedonia. El presidente Clinton, en un gesto militar espectacular, envió un crucero norteamericano al mar Egeo en noviembre, después de que Turquía amenazara a Grecia con la guerra si Atenas ampliaba las aguas territoriales de las islas del Egeo a 12 millas, de acuerdo con la Ley del Mar de la ONU. El presidente dirigió sendas cartas a los primeros ministros turco y griego apremiándoles a refrenar cualquier movimiento que pudiera fomentar un conflicto en la zona.

Si la guerra llega a alcanzar a Macedonia, ésta conducirá casi con absoluta certeza a una escalada de tensión entre Grecia y Turquía, cuyas relaciones se han deteriorado desde el derrumbamiento del comunismo y el consiguiente cambio en la importancia geoestratégica de los Balcanes. Los intereses norteamericanos en esa zona se pueden calificar en el mejor de los casos de imprecisos. Pero su necesidad de asegurar la estabilidad en el Egeo es más evidente ya que éste es el puente entre Europa y las reservas petrolíferas de Oriente Próximo.

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Bosnia desempeña un papel indirecto en la estrategia de Washington en los Balcanes. El apoyo norteamericano al Gobierno de Sarajevo se vio influido en parte por la necesidad de demostrar a los países islámicos moderados que estaba haciendo algo en la crisis de los musulmanes bosnios. Como parte de los acuerdos de Washington, Perry convenció al presidente croata, Franjo Tudjman, de que permitiera situar 1.000 soldados turcos en Zenica, en Bosnia central. El regreso de las tropas turcas a Bosnia después de más de un siglo tiene profundas implicaciones simbólicas para la región.

Pero, como dejó bien claro la crisis debida a los ultimatos de la OTAN a los serbios bosnios de Sarajevo y Gorazde el año pasado, Bosnia está en otra línea estratégica de igual importancia: las relaciones ruso-norteamericanas. Es esto, junto con la oposición de la UE, lo que ha convencido a EE UU para decir "hasta aquí hemos llegado" al intentar calmar la irritación islámica ante la política occidental en Bosnia.

Así EE UU se encuentra atascado tanto en el noroeste como en el sur de los Balcanes, incapaz de liberarse y no muy seguro de lo que debería estar haciendo. Y sin embargo, aunque su estrategia no sea producto del altruismo, EE UU. ha contribuido más que cualquier otra potencia a la reducción de la tensión en el sur de los Balcanes. Ciertamente, éste es un éxito no anunciado de la política exterior de Clinton.

Pero los riesgos para Washington son agudos. Ni los estadounidenses ni los alemanes fueron capaces de disuadir al Gobierno croata de acabar con el mandato de Unprofor en los territorios croatas en poder de los serbios.' Esto indica no sólo las limitaciones de la influencia norteamericana en la zona, sino que augura una mayor inestabilidad en el norte de los Balcanes. Los estrategas de la política exterior del presidente Clinton están realizando ahora un juego malabar osado y difícil en los Balcanes. Y puede que se estén agotando.

es experto británico en nacionalismos del Este europeo.

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