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Vázquez Díaz: "Debemos evitar que Caín resuelva el atolladero de Cuba"

El escritor presenta en España, su novela 'La isla de Cuaderno'

Mañana se presenta en Madrid la novela La isla de Cundeamor (Alfaguara), del cubano residente en Suecia René. Vázquez Díaz (Caibarién, 1952), cuyo nombre, antes que como escritor, saltó a los titulares de los periódicos españoles como organizador del Encuentro de Estocolmo entre escritores cubanos del interior y del exilio. Vázquez Díaz considera que su novela está dentro del espíritu que animó este-" por ahora simbólico, pero que llegará a ser más que simbólieo'- cara a cara entre los dos polos del atolladero histórico en que se encuentra Cuba. Dice el escritor: "Debemos evitar que Caín resuelva este atolladero".

Encabeza la novela una pregunta de Lezama Lima: "¿Qué es lo exterior del hombre?". Observamos que tanto dentro como fuera de Cuba, la llamada a este poeta es una llamada a la raíz, y se hace común en todos los escritores cubanos.Dice Vázquez Díaz: "Ahora, en un tiempo envilecido por opciones extremadamente polarizadas, Lezama es un punto de encuentro y representa una opción distinta, la de la cubanidad radical. Lezama es nuestra semilla, y de él brota una especie de manantial -una manera de entender nuestra insularidad- del que todos bebemos y a todos los escritores nos limpia del pecado original de dejarnos atrapar por una alternativa inaceptable: que en una orilla del mar nunca se sea suficientemente anticastrista y en la otra nunca suficientemente castrista. Dentro de Cuba, el mal se ve únicamente fuera de Cuba; y fuera de la isla la revolución se. ve como algo tan inmensamente malvado que nos impide ver nuestra propia maldad. Pero el pueblo cubano ve tanto la maldad de dentro como la de fuera".

¿Esta extrema bipolarización conduce a la existencia de dos literaturas cubanas? "No. Pero hay algo que distingue la que se hace dentro de la que se hace fuera de la isla. Dentro se hace narrativa ,- pues la poesía se inclina cada vez más al intimismo de afirmación de la revolución, y fuera, de negación, unas veces en forma de nostalgia y otras de resentimiento. Lezama es un nexo entre ambas. Y voy más lejos: lo que nos une a los cubanos es infinitamente más fuerte que lo que nos separa. De ahí que todo lo que escribo y escribiré intenta ilustrar esa evidencia, que no todos ven. Cuando ya no existan Fidel Castro ni Mas Canosa, la Virgen del Cobre seguirá iluminando y los cubanos seguiremos oyendo a Benny Moré y leyendo a Lezama Lima".

La referencia, a Lezama se complementa con otras dos: una estrofa de ese célebre cantante, Benny Moré; y otra, que a primera vista parece extemporánea, al Génesis. Explica el escritor: "Por desgracia, no es extemporánea. Estamos en una encrucijada histórica tan grave que nos deja tan desamparados como en 1898. Lo único que tenemos es un pueblo dividido y, ante esa realidad, la función del escritor es contribuir a que tal división se amortigüe. La opción frontal entre el interior y el exilio conduce a esa cita del Génesis que preside mi novela: es el instante en que Caín invita a su hermano Abel a ir al campo" con él, para allí matarle. Debemos evitar que Caín resuelva el atolladero histórico de Cuba. Toda mi literatura proviene de mi, rechazo a la invitación cainita, aterradora, al baño de sangre".

Aspectos irreversibles

'Por eso, cuando fuera de Cuba oigo hablar de que las cosas tienen que cambiar dentro, estoy de acuerdo a condición de que no se hable de Cambio con mayúscula -es decir, de hacer tabla rasa de todo, sino de cambios, muchos pero Con minúscula. Es una distinción básica, pues el régimen cubano tiene aspectos irreversibles, y esto hay que aceptarlo así. No hace falta que añada que mantener esto me crea hostilidad en un lado y en otro. Hace poco, Heberto Padilla escribió un artículo titulado El escritor vapuleado. Se refiere a mi". Desde Europa, desde la carencia de Cuba, ¿no se produce la tentación de reinventar Cuba? Dice Vázquez: "Reinventarla no, pero reconstruirla sí. Quienes trabajamos con la imaginación debemos sentimos capaces de hacer por Cuba lo que los comandantes y los mercaderes de la política nunca, podrán hacer: recomponer su identidad. Mi novela aporta a la convivencia cubana esa idea, que nos obliga a abandonar el resentimiento. Hay una estética del resentimiento, cuyos resultados, si se aplicasen a la política, serían desastrosos, pues no se puede dividir a los cubanos en gusanos y comunistas, según en qué orilla estén del mar, e invitar a que se aniquilen mutuamente. Cuba, tanto isleña como exiliada, es de todos los cubanos, y sólo éstos pueden dar salida al atolladero. De ahí que nuestra función sea, a mi juicio, asumir la invitación de Anthur Lunkvist a "escribir como si fuera posible cambiar el mundo".

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