Fidel sube al 'ring' para defender la revolución
Cuba se enfrenta a un año crucial en el que la economía gobernará a la política
Cuba es un gran ring de boxeo donde este año se celebra un combate a muerte entre consignas, realidad y economía. Se trata de una pelea sorda, pero demoledora, en la que de un lado está la historia, la ortodoxia, los viejos ideales de justicia, y de otro la crisis, los cambios y el instinto de sobrevivir, que hacen que la isla derive lentamente hacia una apertura con las miserias y desigualdades propias de la economía de mercado. El dilema es cómo conjugar la ideología con la realidad, el "socialismo o muerte" con las subidas de precios y los impuestos. El Gobierno cubano tienen ante sí en 1995 un reto difícil, y es consciente de ello. El desequilibrio de la balanza comercial, la inflación, el gigantesco déficit presupuestario, la caída de la producción y de las exportaciones... todos los indicadores de la nave de la revolución están encendidos y en rojo, y para salir de esa posición de emergencia las autoridades cubanas saben muy bien cuál es la receta. Tanto que han empezado a aplicarla ya, si bien hay quien opina que todavía a un ritmo demasiado lento para ser efectivo.
Sin embargo, algunas de las medidas tomadas, desde subir los precios hasta eliminar gratuidades o cerrar empresas y admitir que en breve habrá cierto grado de desempleo, crean grandes conflictos y contradicciones en una sociedad acostumbrada a 35 años de "empleo total", donde todos cobraban un salario aunque no trabajasen, y además existía un sistema sanitario, educativo, de cultura y de deporte gratuito. Las autoridades cubanas, al hacer por fin sus cuentas sin la calculadora del campo socialista, han comenzado a sumar y a restar como en todo el mundo, y muestra de ello son los planes y reformas que estudian y adoptarán en 1995. La primera será la llamada "reestructuración de los organismos de la Administración central", que muy posiblemente se pondrá en marcha este mismo mes o en febrero.
Tal restructuración implica la reducción de plantillas en los 32 ministerios y organismos centrales de la Administración, lo que para empezar supondrá la liberación de 11.000 personas de sus puestos de trabajo. También se transformarán, reorganizarán y simplificarán las funciones de la mayoría de estos organismos, de modo que algunos ministerios asumirán parte del trabajo de otros; otros como el Ministerio de Comercio Exterior, perderán competencias al descentralizarse la actividad comercial y ampliarse la autonomía de las empresas exportadoras, mientras que los más afectados por la crisis quedarán reducidos al mínimo, como es el caso del Ministerio de Transporte.
En el caso de los Ministerios de Salud y Educación, y de ocho organismos más, su estructura no variará o lo hará mínimamente, pero el ajuste de plantillas será tan drástico como en el resto de los centros oficiales. Así, el Ministerio de Educación, cuya plantilla el año pasado era de 1.200 personas, quedará con sólo 375 traba adores.
Pero la restructuración de la Administración central es sólo una pequeña señal de lo que podría ocurrir a corto plazo con todo el aparato estatal cubano. De las 3.000 empresas que componen el sector industrial cubano, la mitad no son rentables o están subutilizadas, y el Gobierno ya ha advertido que pronto descentralizará y fomentará la autogestión para incrementar su eficiencia, por lo que dejará de subvencionar a las empresas con pérdidas, hasta ahora uno de los principales lastres de la economía cubana. Esto se traducirá en el cierre de cientos de compañías y en el despido de decenas o cientos de miles de trabajadores -algunos analistas aseguran que dado el potencial productivo laboral real sobran hoy un millón de personas-. Las autoridades aseguran que a los "trabajadores sobrantes" se les podrá garantizar el 60% de su salario durante tres meses, y a algunos se les ofrecerá la variante de ir a trabajar al campo, pero si no aceptan tendrán que buscarse alternativas propias.
Esta realidad ha obligado al régimen a ser más flexible con la iniciativa privada y a tolerar cada vez más ciertos negocios particulares. El Gobierno ya ha anunciado que esta tendencia continuará -este año sectores como la gastronomía y los servicios podrían abrirse a lo privado- y también ha tenido que admitir que cada vez habrá más desigualdades en la sociedad cubana, que durante tres décadas ha luchado por el igualitarismo.
Cuba es un país donde todavía palabras como comité central o partido comunista están llenas de poder y de sentido, y en el que consignas como "socialismo o muerte" y, "pioneros comunistas, seremos como el Che" siguen vigentes. Al mismo tiempo, el Gobierno debe estimular en dólares a los trabajadores de ramas vitales de la economía, como a los camareros del turismo, a los agricultores que cultivan tabaco para la exportación- a los estibadores que descargan los barcos en el puerto de La Habana o a los técnicos que reparan las centrales termoeléctricas. Toda la isla es hoy como un inmenso ring donde se libra una batalla sorda entre eficiencia y consignas, entre cambio e historia.
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