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Al vado o a la puente

Las dispares reacciones de México y Argentina ante el pánico de los inversores extranjeros son una lección preciosa para nuestro Gobierno y Banco de España, tanto para crisis inmediatas, como para la organización permanente de pequeños países en un ambiente de libre comercio y libre circulación de capitales.Me perdonará mi amigo personal y rival periodístico el anterior ministro de Hacienda si digo que México sufre las consecuencias de una "crisis Solchaga". El ex-presidente Salinas consiguió la entrada de su país en el Tratado de Libre Comercio fundado por EE UU y Canadá, adhirió a México a la OCDE, inició la privatización de la economía pública del Estado mexicano. Sin embargo, cometió el error de utilizar una lenta convergencia del peso mexicano hacia el dólar (con devaluaciones programadas cada vez más pequeñas) como disciplina para forzar a los ministerios y empresas públicas gastadores, a moderar su déficit. También intentó que el tipo de cambio semi-fijo o convergente moderara la inflación, que en 1944 había disminuido hasta el 7%.

Llamo "efecto Solchaga" a valientes promesas de equilibrio presupuestario, a esperanzas de ruptura de la inflación fijando un tipo de cambio artificialmente alto. El estallido de lo reprimido por Salinas le ha tocado al pobre Zedillo.

La sobrevaluación del peso había llevado a la acumulación de un déficit exterior por cuenta comen te equivalente al 8% del PIB pese a un crecimiento espectacular de las exportaciones, especialmente hacia el norte. En 1993, los costes de producción de la industria mexicana habían aumentado un 43% relativamente a los de los EE UU. El capital extranjero se invertía sobre todo en activos financieros y los bienes importados eran mayormente de consumo. Los trabajadores y empresarios estaban cansándose de la austeridad inducida por la recesión de la que México estaba emergiendo este año: se temía que en 1995 la inflación más que doblara. El déficit público no anunoraba.No les extrañará que el pso haya caído de 3,45 por dólar a 5,50 y esté en libre flotación. Ahora se teme una inflación del 30% en 1995 y está en peligro el crecimiento pronosticado del PIB en un 1%.

México, dadas las dificultades de flexibilización de un país estatista y pobre, podría haber optado por una política basada en la reforma verdadera y austera en el interior, unida a la liberación del comercio y con un peso en libre flotación. Aunque el peso también se habría apreciado, es más que probable que las inversiones extranjeras se habrían dirigido a la economía real, en especial a las empresas públicas energéticas que Salinas no se atrevió a privatizar.

Los cambios semi-flotantes, reptantes, semi-móviles y bandeados constituyen el peor de los sistemas monetarios. Tienen la apariencia de flexibilidad y adaptabilidad pero funcionan de manera rígida y brusca, Mientras la moneda débil está cerca de! centro de. la banda, el banco central tiende a sacralizar este tipo de cambio y a evitar en lo posible las fluctuaciones. Cuando la moneda, se acerca al límite, los especuladores entran a matar y se produce la explosión catastrófica.

La solución argentina para restaurar la confianza de los inversores ha sido la de la unión monetaria. Cavallo ha optado por lo factible en un país con la reestructuración y la apertura muy adelantadas: acaba de convertir de hecho al dólar en la moneda de la Argentina. La entrada en un sistema de moneda única puede hacerse en una: noche, si no se temen las consecuencias para el empleo y las empresas públicas y privadas ineficaces y si no se buscan fondos de convergencia que prolongan la vida de lo que debería haberse disuelto. Menem y Cavallo, y el pueblo argentino, habían hecho lo necesario: presupuesto casi equilibrado, bajo déficit comercial, economía privatizada. Así ya se puede.

Toda semejanza entre los personajes de esta película y personajes reales es pura casualidad...

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