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LA PAZ EN ORIENTE MEDIO

La mala estrella de la primera Navidad palestina en Belén

La ciudad que fue cuna del Mesías sigue bajo control de las tropas israelíes

En vísperas de lo que tendría que ser la "primera Navidad Palestina", el veterano alcalde de Belén, Elías Freij, es todo menos un hombre feliz. "Qué quiere que le diga; las cosas en general van mal, la situación económica da pena. El mundo sólo se acuerda de Belén dos días, los de la Navidad. Todo esto es bastante deprimente", suspira.Freij está irremediablemente triste. Pero sus quejas van más allá. Para Freij y los palestinos de Belén, esta Navidad va a ser nuevamente una Navidad controlada por los soldados que Israel mantiene a pocos metros del municipio.

"Tenía que ser una Navidad feliz para todos pero los palestinos de Belén no tenemos fondos ni para comprar adornos navideños pata la plaza", dice el alcalde. "Nadie se acuerda de que Belén es pobre todo el año".

Al sentimiento de pesimismo político que abate a Freij se suma la fuerte depresión económica. Ya no es sólo cuestión de quién controla militarmente la ciudad. Todo el mundo lo sabe. Basta ver a los soldados israelíes encaramados en las terrazas desde hace 27 años. Quizá porque Freij es ahora ministro de Turismo del Gobierno palestino, y trata de hacer migas con Israel, no confiesa su frustración con el ímpetu que quisiera. Pero de sus lamentos se deduce que su concepto de la autonomía palestina en Gaza y Jericó es diferente. "¿Es paz lo que tenemos?", pregunta.

El año pasado, la Navidad de Belén fue toda una fiesta de símbolos: la decisión de Freij de izar la bandera palestina estuvo a punto de provocar la cancelación de las celebraciones. Al final ganó Freij, que consiguió mantener el estandarte palestino.

Aunque la bandera palestina flamea este año en el balcón del despacho de Freij, en Belén hay más negocios cerrados que la Navidad pasada. El desempleo afecta a la mitad de sus 50.000 habitantes. Muchos de los trabajadores de Belén no pueden ni buscar empleo en Jerusalén -a menos de 20 minutos de coche- por las restricciones que impone el Ejército israelí.

No es que Freij haya perdido la fe en el proceso de paz. "Es un buen comienzo", dice. Pero le faltan palabras para dar un ejemplo concreto de los beneficios que Belén podría citar.

Cuando uno recorre las calles de Belén, los numerosos negocios cerrados transmiten la impresión de una ciudad en medio de una huelga. "Ya no es negocio", explica el alcalde. El coste de la vida ha subido tanto que muchos comerciantes han ido a la quiebra. En la tienda de recuerdos El Bambino, su propietario, Saleh Giacaman, importa nacimientos, ángeles y querubines de una fábrica de imágenes de porcelana de Gerona. "Cada vez es más caro producir nacimientos tradicionales labrados en madera local", dice mostrando facturas. La tonelada de madera de olivo ha alcanzado el precio récord de 500 dólares (67.000 pesetas). La importación resulta mucho más rentable.

Belén, ciertamente, no ofrece un panorama pacífico. Hace pocos días hubo un tiroteo en la plaza del Pesebre, donde la policía israelí mantiene un cuartel enrejado, en cuyo patio vegeta quizá el único pino navideño, adornado con una estrella iluminada. "La violencia aquí se ha incorporado al folclor de la paz", comentaba el dueño de un restaurante que se ha visto obligado a despedir a la mitad de sus empleados. Las características del peregrinaje a Belén son cada vez más extrañas. Hay más turistas japoneses que visitantes cristianos.

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