Médicos sin fin
UNOS 30.000 estudiantes de medicina se encuentran con que a partir del 1 de enero no bastarán los seis años de carrera para ejercer la medicina general en la sanidad pública. Atendiendo a una directiva comunitaria, cualquiera que quiera trabajar en el sector público, o verse reconocido como médico en Europa, deberá realizar dos años de prácticas hospitalarias asistidas. En España sólo se exigían tales prácticas -mediante el sistema MIR: médicos internos residentes- a los aspirantes a una especialidad, pero no era condición para ejercer la medicina general.Al margen de que no se alcance a comprender por qué el médico de familia en el sector privado puede ejercer sin tantos créditos universitarios como el que lo hace en el ámbito público, el conflicto no se plantea porque el futuro médico de cabecera tenga que alargar su formación, sino porque el número de plazas de MIR no absorbe a las promociones universitarias. Hasta ahora, los desalojados del MIR podían buscar su supervivencia en el sistema sanitario público a través de la medicina general, en la que no se exigía ningún complemento de posgrado. Pero esto se acabó. Para ser médico en el sistema público, aun médico no especialista, deberá pasar por el MIR... si es que tiene cabida en el MIR.
La Administración no cree haber fallado: considera que se ha amoldado a la directiva comunitaria forzando a los futuros médicos generalistas a pensar en el MIR de medicina familiar y comunitaria. Es discutible si esta especialidad, más orientada a políticas preventivas y de medicina social que al diagnóstico personal, es la apropiada para un médico de cabecera; pero es que además los actuales estudiantes padecen un agravio complementario: mientras que los licenciados antes de 1995 pueden, sin necesidad de pasar el MIR, ejercer la medicina general en el sector público, esa posibilidad no existirá para los estudiantes actuales. Sin embargo, unos y otros, unos 15.000, optan cada año al estricto acceso del MIR -ahora se prometen 4.500 plazas- con la diferencia de que si aquéllos suspenden pueden seguir ejerciendo, mientras que éstos no serán reconocidos como médicos.
Desde 1986 se sabía que esto iba a ocurrir a partir de 1995, pero la Administración educativa no, parece haber reparado en el problema, hasta que los estudiantes se han echado a la calle para expresar su protesta e inquietud ante su futuro. La Administración ha prometido aumentar en 500 plazas las próximas convocatorias del MIR. Una cifra razonable para los licenciados que salen cada año, pero insuficiente para absorber la bolsa de aspirantes. El Gobierno alega que no puede ampliar más la convocatoria porque el sistema hospitalario no podría hacerse cargo de tantos estudiantes en prácticas.
Una alternativa, al menos provisional, sería plantear una fórmula específica de MIR -con ese u otro nombre- para médicos generalistas, en cuyo caso el terreno útil de prácticas -que no han de estar por fuerza remuneradas como un MIR más largo- se multiplica sin agobios al aprovecharse la red primaria. ¿O es que no aprenderían lo que deben saber al lado de un médico rural por cuyo dispensario pasa en primera instancia un variopinto repertorio de casos? En el fondo subyace una desconfianza sobre la capacidad pedagógica de esta red primaria.
Tan incomprensible sería ajustar la infraestructura hospitalaria española a las necesidades docentes -abrir más quirófanos de los necesarios sólo para atender a estudiantes en prácticas- como bloquear el ejercicio de la medicina primaria porque no se ha podido penetrar en la alta tecnología hospitalaria. En otros países europeos, que no han tenido que improvisar fórmulas repentinas para Cumplir con la directiva, mantienen un sistema riguroso de selección, pero en lugar de colocarlo al final de seis años de estudios -que pueden convertirse en papel mojado- empiezan la criba desde el inicio de la carrera. Una criba basada en la capacidad técnica para dar una enseñanza solvente y no por los eventuales excedentes laborales en el sector.
El derecho a la licenciatura es distinto al derecho al trabajo. En casi ninguna parte un título (la derechos laborales, pero tampoco en ninguna parte seis años de carrera pueden resultar baldíos porque el propio aparato universitario no ha facilitado las prácticas exigidas para el ejercicio profesional. La frustración de quien no podrá ser nunca médico porque no ingresa en una facultad es la misma, pero, al menos, le llega a tiempo para poder reconducir su horizonte personal. Al margen de soluciones definitivas, la Administración debe buscar salidas, sin dogmatismos, a este colectivo desoladoramente empantanado en una carrera cuya meta se coloca fuera de su alcance.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Oposiciones
- Directivas comunitarias
- Titulaciones
- Opinión
- Estudiantes
- Universidad
- Unión Europea
- Comunidad educativa
- Política sanitaria
- Organizaciones internacionales
- Educación superior
- Sanidad
- Relaciones exteriores
- Normativa jurídica
- Sistema educativo
- Legislación
- Administración pública
- Salud
- Educación
- Justicia
- Empleo público
- Empleo
- Trabajo