Jesús Villa Rojo, premio nacional de Música
Dos músicos de diversa y acusada singularidad han obtenido los premios nacionales de Música otorgados por el Ministerio de Cultura: el jondo, Enrique Morente (véase EL PAÍS, del 3 de diciembre), en la modalidad de interpretación, y el compositor e intérprete Jesús Villa Rojo, nacido en Brihuega (Guadalajara) el 24 de febrero de 1940. Estos premios, aún a falta de la comunicación oficial de Cultura, están dotados con dos millones y medio de pesetas cada uno. También ayer se falló el Premio Nacional de Danza, aunque no se hizo público.
Formado en Madrid, Villa Rojo, además de compositor y tratadista, es un excelente intérprete del clarinete y durante unos años perteneció a la Banda Municipal de Madrid. Viajó por el mundo, residió en Roma, estudió con Petrassi y fue premiado en Siena. Su contacto y amistad con los vanguardistas italianos le llevó a participar e impulsar grupos como Nuova Consonanza o Nuove Forme Sonore.Quizá entonces proyectó Villa Rojo la creación en Madrid del Laboratorio de Interpretación Musical (LIM), cuya labor artística y difusora del pensamiento musical contemporáneo comenzó en 1975 y continúa hoy con toda brillantez y renovado afán innovador, razones que animan igualmente los festivales de música del siglo XX que Villa Rojo organiza en el Museo de Bilbao.
La etapa lúdico-grafista de Villa Rojo despertó gran atención y a ella dedicó el Instituto Alemán una exposición en 1982. Antes, en 1970, había logrado el Premio Bartok de Hungría por su cuarteto Tiempos. Largo sería enumerar títulos, premios y ciudades que jalonan la aventura de este alcarreño universal.
Villa Rojo es un maestro español de nuestro tiempo y, si ya en 1973 mereció un primer Premio Nacional, con mayor razón recibe ahora el segundo por la significación y resonancia de su cuantiosa tarea creadora. Villa Rojo es hombre sin gesto ni sentimiento vanidoso; sencillamente, trabaja lo mejor que sabe y aplicándose a sí mismo el máximo rigor. La figura del nuevo premio nacional es humanamente, como en el arte una suma de factores positivos. No es el menor el de poseer un anima allegra, como diría su maestro en Italia, Goffredo Petrassi, y sentiría su profesor en España, Gerardo Gombau.
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