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Tribuna
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Contar historias

Mario Vargas Llosa, premio Cervantes: una noticia feliz para quienes hace ya más de 30 años leímos con asombro La ciudad y los perros, el drama del colegio militar Leoncio Prado y de aquella pobre perra, la Malpapeada, en la que se cifraba el destino de Perú. Desde entonces hemos seguido leyendo a Mario, los sucesivos títulos con que, dignísimo heredero de los grandes novelistas del XIX, aunque puesto al día (Faulkner como santo y seña), ha contado "la historia privada de las naciones", como quería Balzac: la historia de Perú y de todas las corrupciones de Conversación en la catedral, la americana de La guerra del fin del mundo, la amazónica y peruana de La casa verde, la deliciosamente particular del Elogio de la madrastra o la antimilitarista, de un grotesco ejemplar, de Pantaleón y las visitadoras. Enuncio títulos casi al azar, sin ánimo alguno de ser exhaustivo.Desde entonces lo hemos seguido leyendo, fieles a la cita, incluso cuando el rojo se disfrazó de rosa en la Historia de Mayta -un novelón pese a quien pese-, incluso cuando mandó rosas rojas y un telegrama de adhesión a la señora Thatcher, la del Belgrano, incluso cuando decidió, desoyendo las voces de quienes lo querían para la literatura, lanzarse a la aventura de la presidencia de Perú, en la que, como era lógico, acabó perdiendo: ¿cómo va a ganar quien leía a Góngora todos los días en plena campaña electoral? Lo hemos seguido leyendo, porque había que hacerlo, a pesar de sus credos ultraliberales, que no le han impedido escribir esa pieza memorable a favor de la dignidad de los hombres y contra el Estado policiaco que es ¿Quién mató a Palomino Molero?

Mario Vargas Llosa tiene las virtudes de los grandes contadores de historia, y el encanto de sus obras deriva mucho más de esas virtudes que de las texturas de su estilo. Sus relatos, como los de Galdós, como los de Balzac, se apoderan del lector y lo poseen con la intensidad de un ritmo narrativo de excepcional intensidad, la magnífica apropiación y recreación de los registros coloquiales, y, hay que subrayarlo, el trazado de unas criaturas excepcionalmente vivas y próximas. ¿Olvidaremos, por ejemplo, a Zavalita? Narración y personajes comparecen sobre el telón de fondo de una realidad multivalente, plural, proteica, que el novelista incorpora sabia y obsesivamente en su afán de ofrecer un mundo que vale el mundo, convertido él en demiurgo de un universo autosuficiente y poderoso.

Por detrás de todo ello alienta una cosmovisión propia, que percute sobre elementos esenciales: la crítica del autoritarismo y de la corrupción, la ambigüedad de las relaciones humanas, la falsedad que esconden los mecanismos de comunicación interpersonal. Las historias de Vargas Llosa son historias necesarias, incardinadas en la realidad social y política de América, de Perú. La novela cumple una función de testimonio, de denuncia, de verdad (verdad novelesca), no de prédica política y doctrinaria, que hace de sus obras textos con un poder iluminador evidente. Un poder que excede los marcos de referencia, como en todos los grandes escritores, para proyectarse a lo universal. De ahí la acogida mundial que han recibido.

Mario Vargas Llosa es también un gran crítico. Uno de los mejores críticos de esta segunda mitad del siglo. Hay quien dice que mejor crítico que novelista, aunque eso puede ser un elogio envenenado. El hecho es que sus estudios sobre García Márquez, sobre Madame Bovary (éste, particularmente deslumbrante: un auténtico hito), sobre las novelas de caballerías, son un prodigio de comprensión y valoración. Están además sus reseñas y crítícas, algunas de las cuales se han recogido en libro (Contra viento y marea, La verdad de las mentiras), que constituyen auténticos modelos de lo que es un crítico levantando acta en pocas paginas de la complejidad. y significación de algunas obras y autores centrales de la narrativa contemporánea. Vargas Llosa sabe ir al meollo de los textos, discierne sus grandes líneas y, lo que es casi, más importante, dialoga y discute con ellos. La inteligencia crítica se suma a la pasión por la literatura y el resultado es espectacular.

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