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Avanzando hacia atrás

El abucheo al líder del PP, José María Aznar, en la Universidad de Lérida es un hecho lamentable, pero no sólo por el abucheo en sí. Tanto o más lamentable, a los efectos políticos generales, fue lo que el propio José María Aznar dijo uno o dos días después sobre dicho episodio en la Universidad de Granada, en un acto que la prensa presentó como un "desagravio".Lo ocurrido en la Universidad de Lérida es, desde luego, inaceptable. Si se está en desacuerdo con una determinada posición política o académica o con los planteamientos de una determinada persona, el único método democrático para demostrarlo es discutir y aportar mejores argumentos o aceptar los de la parte contraria si son superiores. Mostrar el desacuerdo impidiendo por la fuerza que el adversario exprese sus argumentos es, mírese como se quiera y sean cuales sean las razones, una acción antidemocrática y, por tanto, rechazable.

Dicho esto, lo ocurrido en la Universidad de Lérida es, de todos modos, una expresión más del clima político creado en estas últimas semanas. Los organizadores del abucheo buscaban, sin duda, la crispación, pero tengo la impresión de que ésta fue superior a la que podían crear sus iniciadores por que existía un clima de fondo que propiciaba la polarización y el enfrentamiento. Por eso creo que los dirigentes del PP se equivocarán seriamente si creen que lo ocurrido fue únicamente la acción aislada de un grupo de boicoteadores ruidosos. La hostilidad con que se encontró José María Aznar no se entendería si no fuese porque en los últimos meses se han sembrado en Cataluña muchos gérmenes de confrontación sobre esencias y sobre sentimientos colectivos, que siempre son muy delicados. Y hay que decir que el PP ha participado a fondo en ello, muy alegremente.

Lo que ocurrió al día siguiente en la Universidad de Granada es la demostración más patente de lo que acabo de decir. No sé si la conferencia de José María Aznar en la Universidad granadina se montó o no como un "desagravio". Prefiero creer que no, porque si realmente se concibió así, el despropósito sería ya mayúsculo. Pero con desagravio o sin él, lo realmente serio y preocupante fue que José María Aznar atribuye se el abucheo de Lérida a su condición de español auténtico y sin mácula.

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¿Cómo puede decir esto el líder del principal partido de la oposición y aspirante a presidente del Gobierno? ¿Cómo puede entrar en esta dialéctica perversa del español sin tacha. abroncado en Cataluña por antiespañoles? ¿Qué, alternativa es ésta que para sumar votos es capaz de recurrir incluso a los, peores reflejos de una derecha española que para afirmarse necesita un enemigo exterior y lo encuentra en Catlalufia?

Ésta es la dialéctica suicida que ha conducido a nuestro país a tantas catástrofes en su historia reciente. El viejo nacionalismo español, llevado a sus últimas consecuencias por las dos dictaduras militares que hemos padecido en este siglo XX, se nutrió de un nacionalismo enfermizo que, aunque denunciaba a supuestos enemigos de fuera, dirigía sus golpes máis brutales contra enemigos de dentro: la izquierda, los nacionalismos periféricos, los autonomismos; en fin, lo que los ideólogos de las dictaduras resumían con los conceptos de rojos" y "separatistas".

Naturalmente, esto alimentaba la radicalización de importantes sectores de estos últimos, y con ello la espiral acababa destruyendo los esfuerzos de los que, de un lado y otro, intentaban pacificar los ánimos y aportar soluciones constructivas, soluciones de futuro, soluciones democráticas.

Este fue uno de los problemas. esenciales que la Constitución de 1978 intentó solucionar. Este y no otro fue el sentido profundo del sistema de autonomías del título VIII y de los contenidos de los artículos 2, 3 y 4, que reconocían el pluralismo político y linjgüístico de la sociedad española. Pero todos sabíamos que la solución no se conseguiría fácilmente porque las heridas eran muy profundas. Y, por encima de todo, sabíamos que se requeriría un gran sentido de responsabilidad por parte de todos para no volver a caer en los viejos demonios, para no reincidir en una confrontación de identidades colectivas que tanto daño nos había causado en el pasado.

Pues b len, creo que entre unos y otros, nos están metiendo otra vez en el pozo. La desaforada campaña del PP y de Julio Anguita y sus colaboradores para rompe la actual mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados está yendo justamente por aquí. Y ya se ha visto que los viejos demonios, enterrados hace tan poco tiempo o todavía no enterrados del todo, reaparecen con una facilidad terrible, Por eso es más necesaria que nunca la serenidad; por eso se requiere más delicadeza y más tacto que nunca para sortear los obstáculos.

En vez de esto, el presidente del PP entra como un elefante en una cacharrería. En vez, de situar ¿ episodio de la Universidad de Lérida en sus justos términos, en vez de quitarle hierro, como (debería un dirigente seguro de sí mismo, lo utiliza para echar más leña al fuego, para encender más hogueras y para encrespar más unos ánimos que van en dirección equivocada.

Un dirigente político que lidera. el principal partido de la oposición no puede caer nunca en esta falsa dialéctica entre españoles y antiespañoles. Quizá gane algunos votos en Granada y hasta es posible que algunos en Cataluña. Pero nada de esto compensa el terrible daño que causa a nuestra democracia aceptar el juego de la España y la anti-España y buscar votos presentándose como mártir de la primera frente a una Cataluña antiespañola. No sé si por esta vía conseguirá ganar las elecciones generales de 1997. Lo que sí sé es que, de persistir en ella, vamos a tener que dedicar muchas energías a restañar las heridas reabiertas, después de tantos esfuerzos para cerrarlas, cuando nuestra atención y nuestros esfuerzos deberían centrarse en otros problemas mucho más reales para la mayoría de las gentes.

Jordi Solé Tura es diputado por el PSC-PSOE.

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